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Predicar que Venezuela será una potencia agrícola es un engaño más a parte de este pueblo que permanece adormecido. Como país tropical tenemos limitaciones por la relativa baja  calidad de los suelos, aunque tenemos la ventaja de abundante radiación  y solo  restricciones de lluvia, por exceso o por defecto. Podemos desarrollar una agricultura próspera, pero no ser una potencia. El objetivo debería ser lograr una balanza comercial agrícola equilibrada.

La actividad petrolera no afectó negativamente a la agricultura. Lo que ha impedido su desarrollo es la falta de políticas acertadas y los constantes vaivenes de las mismas en el pasado. En los últimos quince años hemos retrocedido: invasiones a fincas, dificultad para conseguir insumos, precios mínimos que no cubren costos de producción, desinterés en apoyar la investigación y la asistencia técnica e importaciones no justificadas impiden desarrollar una agricultura sustentable.

Fuimos autosuficientes en carne de bovinos, pollos, huevos,  arroz, maíz blanco, café, cacao y hortalizas. Tuvimos una industria azucarera pujante. Aunque en cantidades limitadas y esporádicamente, llegamos a exportar arroz, café, cacao,  plátanos, mangos y melones.  Hoy, a cambio de petróleo y a precios probablemente inflados, Guyana, Nicaragua, República Dominicana y Uruguay nos envían arroz, café, azúcar  y carne, por citar solo algunos ejemplos. Cabe citar al distinguido investigador Carlos Machado Allison, quien menciona que entre 1991 y el año 2000, Venezuela importó 65,9 dólares en rubros agrícolas por habitante, mientras que en el período 2001-2010  importó 134,6, cifra que se disparó a 276 dólares por habitante en el 2008 cuando «pudreval» , con el consiguiente desaguadero de divisas.

En el sector hemos tenido agricultores, ingenieros agrónomos y veterinarios muy valiosos, tales como  Eduardo Mendoza, Claudio Muskus, Mauricio Báez, Silva Calvo, Pompeyo Ríos, Badillo, Fernández Yépez, Chollet,  Campos Giral, Gómez Álvarez y Luís Marcano Coello. Permanecen entre nosotros López Luque, González Matheus y JJ. Cabrera Malo. Todos ellos realizaron valiosas contribuciones. En este corto espacio nos limitaremos a citar a la Unellez, fundada por Gómez Álvarez, ejemplo de universidad, los pinos de Uverito sembrados por Cabrera y el Colegio de Agricultura Simón Bolívar, Fusagri y Fundárbol, creaciones de Marcano Coello. Lamentablemente los rojos deterioraron la Unellez, la siembra de especies forestales en las que tenemos ventajas competitivas se vino a menos y acabaron con el Colegio de Agricultura y con Fusagri.

Recientemente falleció Marcano Coello, el más internacional de nuestros profesionales del agro, hombre visionario como muy pocos y al mismo tiempo capaz de hacer el trabajo de carpintería para poner en marcha sus ideas. Estamos seguros que si estuviese entre nosotros, al término de este  totalitarismo siglo XXI se pondría  a reconstruir su obra sin una queja y con el mismo entusiasmo con el que las inició. Afortunadamente, los maestros citados y otros no mencionados formaron recursos humanos capaces de rehacer lo destruido y de orientar la senda del desarrollo agrícola.

Como en botica: El 23 de enero pensamos que sería la última dictadura. El actual  totalitarismo es más perjudicial ¡No más prisioneros políticos, ni exiliados!

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