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El descaro de este régimen ha llegado a niveles desesperados en estos últimos días, aunque era una variable que venía en crescendo desde que el pajarito desapareció de la vida pública; no desde que falleció, sino desde que mas nunca se le volvió a ver.

La falta de carisma del heredero es sin duda un enorme obstáculo para que las mentiras sean tan evidentes que es posible que ni sus propios partidarios le crean. Esa particular forma discursiva desvariante, poco hilada y rozando lo paranoide, sin absolutamente nada de contenido lo ha hecho, no sólo distanciarse enormemente del pajarito, quien si poseía unos dotes histriónicos extraordinarios y, me atrevería a decir, sobrenaturales, sino también ha disminuido la poca popularidad que tenía; porque estamos claros: el nunca tuvo popularidad, siempre fue heredada.

Es así como su «anti-carisma» ha ayudado a desaparecer el «efecto Chávez». Muchos pensábamos que aún veríamos aquellas primeras escenas de dolor desmesurado llorando por el fallecido. Eso fue pasando, mucho gracias a las metidas de pata del heredero, mucho gracias al tiempo, mucho gracias a la situación de caos del país, eso ya pasó.

Sin que suene a regaño, muchos expresamos lo que ocurriría en estas elecciones. Cuándo me preguntaban qué iba a pasar, respondía: «somos mayoría, pero no vamos a ganar». El problema de no entender esto es de fondo. Me explico mejor; debemos comprender la naturaleza del régimen, que aunque esté muy debilitado, sigue teniendo las mismas intenciones, la misma naturaleza y actuará consecuente a esto. Estamos y siempre hemos estado ante un régimen totalitario «del siglo XXI», una neodictadura, que ha hecho tan bien sus peripecias, que hasta le ha hecho creer a la mayoría del país y del mundo que no son totalitarios y fascistas. Pero nunca se olviden de esto: en política lo importante no es ser, sino parecer; y este régimen se ha hecho pasar muy bien por demócrata, pero no lo es.

El “Consejo Chavista Electoral” jamás iba a permitir que el régimen cayera, se les acaba el negocio, además. Es así como ante la desesperación de verse acorralados, cometieron el fraude más descarado jamás visto en 14 años. Otra veces lo hicieron, pero nunca tan descarado como esta vez. En este momento, no contaron con la cantidad de gente del pajarito, esta vez la gente se cansó de las mentiras del heredero y por primera vez la revolución se tambalea en el borde de un precipicio.

Las mejores pruebas que hay del fraude son dos: no aceptar el conteo y auditoria completa de los votos y la absurda «Napoleonada» del día lunes, una proclamación chimba, apuradita y desesperada. Por demás fuera de la ley. Fue un «Golpe al pueblo». Toda la fuerza de un gobierno que tienen en su poder todas las instituciones, con todos los recursos de un Estado petrolero, unas alianzas internacionales con los «chicos malos» del mundo que legitiman el proceso y algunas otras alianzas mucho más inmorales que prefiero no mencionar, todo esto enfrentado a un pueblo que decidió y decidió algo distinto: un cambio.

Tomando las palabras de nuestro editor Miguel Velarde: hemos ganado tres batallas: la batalla política, la batalla moral y la batalla electoral.

Las sandeces, improvisaciones y torpezas del heredero lo han llevado a una legitimidad que si ya antes de hecho la había conseguido, ahora la tiene tatuada. Hemos deslegitimado al régimen y no hay nadie que pueda dudarlo. Ganamos la batalla política.

Por primera vez en 14 años estamos seguros que SOMOS MAYORÍA. No podrán continuar con aquellos discursos y descalificaciones llamándonos minoría insignificante, los que no son pueblo y no merecían espacio en este territorio. Después del 14 de abril dejó de ser así, ahora es la mayoría del pueblo quien no quiere continuar con la revolución.

Hemos entonces recuperado la moral que ellos se habían encargado de destruir. No somos una mayoría cualquiera, somos tantos, que aún con toda la trampa realizada, la diferencia que pudieron maquillar fue “pírrica”. Esta recuperación de moral no debe servir como un alivio pasivo; todo lo contrario, esto nos da la fuerza, el poder, la voz y la legitimidad para continuar la lucha, porque falta cobrar la otra batalla que ganamos, la electoral.

El pueblo ha reaccionado como hace mucho no reaccionaba y de manera espontánea. Ahora sí soplan vientos de cambio. Las actividades de calle no deben cesar, porque la lucha no ha terminado, a penas ahora comienza. Ahora quien se debe amarrar las alpargatas es el heredero ilegítimo y sus súbditos, porque el pueblo los va a poner a bailar joropo. Serán tiempos difíciles, pero ya estamos viendo la luz al final del túnel. (Guayoyoenletras.com)

Gabriela Amorín P.