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La década pasada significó para Venezuela y Tucupido una verdadera debacle en nuestra calidad de vida. Del 2015 en adelante vivimos una etapa oscura, que nos hizo perder peso, envejecer, y para algunos significó hasta morir; tiempos fatales que obligaron a millones de venezolanos a emigrar para buscar una mejor calidad de vida y ayudar a sus familias.

Sin embargo, desde hace un tiempo, se ha notado cierta mejoría y cierta recuperación, que no se deben, evidentemente, a las acciones del régimen, sino a un fenómeno de resiliencia que ha reencontrado a los venezolanos y a los tucupidenses con el único camino digno para avanzar: el capitalismo.

Basta con ver las redes sociales, caminar por El Tranquero, la calle Pariaguán, la calle Roscio, etc., para notar que cada día en Tucupido hay un nuevo emprendimiento: desde el pana que corta cabello debajo de una sombrilla en la calle, la chica que vende torta en las redes, bodegas, luncherías, puestos de comida rápida; negocios que encontraron su origen, en muchos casos, en los famosos viajes a Cúcuta que emprendieron muchos tucupidenses y encontraron allí su punto de partida.

Cada vez es más común reencontrarnos con productos que hace tiempo no adquiríamos e incluso hay negocios que ofrecen productos y servicios con los que antes nuestro pueblo no contaba: desde fabricación de productos de limpieza y otros, relacionados a las artes, a la educación y a la tecnología.

Todo esto nos lleva a la conclusión de que la riqueza de los pueblos solo pueden producirla los ciudadanos.

Hagamos un ejercicio mental: Primero, imaginemos que todos dependemos del Estado y nada de lo que escribí existe… Todos dependemos únicamente de los bonos del carnet de la patria y la comida del Clap. ¿Cómo sería nuestra vida? ¡Pues hubiésemos muerto de hambre!

Ahora imaginemos todas estas iniciativas y todos estos emprendimientos con un sistema que les garantice libertad, estabilidad y seguridad; un gobierno que -en vez perseguir y matraquear comerciantes-, les brinde apoyo jurídico, que no ponga topes a sus ganancias, no regule lo que deben vender y en qué precio lo deben vender, que no asfixie con impuestos sobre impuestos, ni burocracia para tramitar cualquier documento.

Analiza ambos escenarios y dime con cuál te quedas. Yo te aseguro que en el segundo ganamos todos, un modelo donde el pana que es barbero en la calle pueda con su esfuerzo tener una gran barbería; donde los resposteros tengan su pastelería; que fluya el dinero en las calles y todos poco a poco vayamos ganando y creciendo; entendiendo que lo único que debe garantizar un gobierno para enriquecernos es dejarnos soñar, proyectar y actuar.

Ese modelo de prosperidad, meritocracia y bienestar no es una utopía, lo construyes tú y se llama liberalismo.

 

“Cuando la gente es libre de elegir, elige la libertad” Margaret Thatcher.

 

Adrián Hernández Romero
@AdrianTucupido
Coordinador de Vente en el municipio José Félix Ribas del estado Guárico