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Como en una comiquita o historieta, cuando el mal logra tomar los espacios de la vida de las personas de una región o un país, cuando ese mismo mal destruye la economía, secuestra la educación, cambia la historia y la cultura o desmembra la familia, casi siempre la solución es la misma, viene al rescate un superhéroe llamado libertad.

En la Alemania destruida de la postguerra el ministro Ludwig Erhard eliminó la hiperinflación, la escasez, el desempleo y la planificación nacionalsocialista; mediante medidas liberales y lo hizo contraviniendo las recomendaciones de los países aliados que ocupaban el país para ese entonces. La primera reforma fue la monetaria con la introducción de una nueva moneda, el marco alemán, que acabó con la inflación, la segunda reforma eliminó el control de precios y las cartillas de racionamiento, de manera que aparecieron los productos en las tiendas y los mercados y volvió a tener sentido producir y crear riqueza. El pueblo alemán se levantó de su desgracia para construir la gran potencia europea defensora del liberalismo que en la historia se conoce como el milagro alemán.

Japón único país del mundo que pagó el alto precio de la destrucción atómica en dos de sus ciudades, Hiroshima y Nagasaki al final de la segunda guerra mundial como consecuencia de la aventura nacionalsocialista. También fue liberado, el gobierno imperial de entonces fue derrocado y sustituido por una monarquía parlamentaria, con una nueva constitución que contemplaba la separación de poderes. Tan solo quince años después, en 1960, esa tierra que había sido devastada por efecto de la fisión nuclear, y su gente contaminada por isótopos radiactivos, se posicionó  como potencia económica mundial durante los siguientes 20 años, algo que la historia recuerda como el milagro económico japonés.

Hay muchos ejemplos en los que la libertad rescata, cual superhéroe, a las poblaciones atrapadas por la miseria, las guerras o las tiranías. En Zimbabue se logró frenar la inflación,  que rondaba ochenta mil millones por ciento, con sólo permitir la circulación de las monedas extranjeras; el rand sudafricano y el dólar estadounidense. Tras la caída del muro de Berlín muchos países del bloque soviético se encontraron sin nada, como fue el caso de Estonia que ni siquiera disponía de un edificio adecuado para alojar la sede del nuevo gobierno.  Aplicando medidas liberales de mercado y un gobierno limitado pudieron salir del atraso socialista e incorporarse a la modernidad permitiendo su gente a disfrutar del progreso, del respeto a los derechos fundamentales y la paz.

En nuestro país, Venezuela, hemos visto como la fuerza del mercado va en la dirección correcta. Me voy a referir a dos hechos.

El primero es  la adopción del esquema de “libre convertibilidad de la moneda en todo el territorio nacional”. Hoy en cualquier establecimiento desde los grandes supermercados hasta las pequeñas bodegas o los vendedores informales se puede observar cómo compran y venden sus mercancías en dólares estadounidenses o pesos colombianos,  facilitando las transacciones y protegiéndose de los rigores de la hiperinflación.

El segundo es la liberalización de los precios, una medida no decretada pero aplicada en la práctica que permitió que los productos aparecieron de nuevo en los anaqueles, las colas para adquirirlos desaparecieran y se empezará a observar en algunos productos la variación de precios producida por la oferta y la demanda, muchas veces hacia la baja, como en el caso de los huevos, el queso y varios rubros agrícolas.

Si bien estamos muy lejos de poseer una economía de libre mercado, estas señales además de los muchos emprendimientos que hemos visto surgir en los últimos meses en las áreas de despacho a domicilio, de elaboración de tortas y dulces, de pequeñas fincas de producción agrícola con despacho directo a los hogares, fábricas de cervezas artesanales, confecciones de trajes de bioseguridad para evitar el covid-19, el trabajo a distancia y el emprendimiento digital, etc. no dejan lugar a duda de que la combinación de  libertades económicas y personales con la  creatividad y el emprendimiento nos permitirán a los venezolanos ubicarnos en los más altos podios del desarrollo y la prosperidad mundiales.

Todavía queda mucho camino por recorrer,  pero nuestra Venezuela no será la excepción, el superhéroe de la libertad llegará a esta tierra arrasada y con nuestro esfuerzo y determinación convertiremos este país en una nación rica y próspera y nuestros hijos y nietos, tanto los que están aquí como los que viven o nacieron en el extranjero, estudiarán en sus escuelas este hecho como, el milagro venezolano.