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En una sala de conferencia de un centro profesional muy prestigioso de la ciudad, el conferencista continuaba su charla en medio de un ambiente sobrio que comenzaba a enrarecerse a causa de un mal olor que se sentía y por tal motivo el público se veía las caras unos a otros de manera extraña, mientras se tocaban la nariz y disimuladamente se la tapaban.

“…como les decía, los rusos son quienes en este momento administran y comercializan el petróleo en este país. El régimen se ha endeudado tanto con ellos haciendo compras exageradas de armamento, que no les ha quedado otra opción que entregarles la gerencia de la producción y venta de nuestro otrora preciado producto nacional por excelencia. Vamos a estar claros, todo esto es consecuencia de que la empresa estatal petrolera se encuentra completamente en bancarrota por diversos motivos, principalmente por la corrupción. A esto habría que agregar la falta de inversión, que desde hace años no se hace y, para completar, las sanciones que les han impuesto internacionalmente por la falta de credibilidad que tiene este gobierno. Ellos venden las pocas cantidades de barriles que se producen y de ahí se cobran su cuota parte de la deuda, el restante lo mandan para el país en cantidades equivalentes a unos barcos tanqueros de combustible para mantener a la población tranquila y que haya cierto beneficio. Lo lamentable es que estamos en una situación muy vulnerable, por cuanto si bajan los precios del petróleo…”

En ese momento, mientras hablaba el conferencista, entran a la sala dos personas y se dirigen directamente al pódium. El director de debate se sorprende, el olor ya es insoportable para la audiencia. Alguien trata de intervenir del público, de la mesa lo detienen y toma la palabra el director de la institución para manifestar:

 “Señores, es necesario que tomen con calma lo que les voy a decir, las instalaciones sanitarias de la edificación presentan un problema técnico importante, colapsaron y se desbordaron las aguas servidas, principalmente en este nivel en que nos encontramos. Es necesario desalojar la sala poco a poco, siguiendo las normas de emergencia, primero las personas mayores, luego las damas y posteriormente el resto de la audiencia. Debemos hacerlo con cuidado, considerando que va a salir gente de todas las oficinas”

Para ese momento, la hedentina era insoportable, cada vez se acentuaba más, algunos comenzaron a sacar los pañuelos de los bolsillos y otros con las mangas de las chaquetas se tapaban las fosas nasales. Las mujeres como podían se tapaban desesperadamente, una que otra recurrió a su bufanda y algunas llegaban a hacer arcadas para vomitar. La afluencia disminuyó en la puerta por cuanto en enseguida estaba aquella laguna putrefacta que había que atravesar. Yo, por mi contextura, pude escurrirme pegado a la pared y al marco de la puerta. Cuando logramos salir al lobby aquello se complicó aún más, el agua verdosa, espesa y pestilente inundaba algunos centímetros casi todo el espacio. La grima era el sentimiento por excelencia, los desechos sólidos cruzaban por entre los zapatos y las medias de la concurrencia que salía desesperada y en puntapié.

Presenciaba directamente la situación más horrible que me había tocado vivir en mi existencia. Ya con el charco en los zapatos me tocó seguir a un grupo que dio con una vía más seca al borde de un pasillo que daba a una salida de emergencia hacia el estacionamiento de empleados, de esa manera llegué al exterior donde no había problema. Ubiqué mi vehículo, me limpié como pude los zapatos en la grama de un pequeño jardín, traté de salir del estacionamiento, cuando bajé por la rampa, me percato que la calle también está inundada de aguas negras que salían a borbotones por las bocas de visita. Ésta mucho más líquida y oscura que la de adentro, aunque igualmente pestilente. Se había formado una tranca vehicular sobre aquel río, y se percibía un caos general por todo ese sector. Sin embargo, en cuanto me fue posible, logré escurrirme por una bocacalle, también inundada como toda la zona.

En aquel instante caí en cuenta de algo pendiente por resolver, era la comida de mi mascota, quien ya está muy viejita y por la falta de alimentos apropiados y por su misma edad requería de una dieta cuyo alimento escaseaba. Me fui a la farmacia que ya visualizaba en un centro comercial, al pasar la esquina. En cuanto llego, me asombra una multitud de gente haciendo una cola muy larga que salía de las instalaciones y no me quedó más camino que ubicarme en ella. – ¿Qué sucede? Pregunto a una señora. –Todos estamos tratando de comprar mascarillas. -Ah, claro, supongo para afrontar la fetidez de estas aguas negras – ¡No señor, para la pandemia! – ¿Cuál pandemia? – ¿No está enterado de que hay una pandemia por un virus chino que está matando a la gente en el mundo entero? – ¡Absolutamente! ¡Estoy desinformado de ese asunto! Yo estaba en la finca trabajando hasta esta tarde que me vine a una conferencia programada desde hace tiempo, por allá no hay señal de internet –¡Ah! entonces le informo, fíjese, a partir del lunes habrá cuarentena y nadie podrá salir de sus casas durante quince días, solamente podrá hacerlo para hacer compras de emergencia, hay una serie de recomendaciones, por ejemplo: varias veces al día y sobre todo después de llegar de la calle hay que lavarse las manos con jabón y si es posible con alcohol.

El alboroto en aquel vecindario, aquella tarde en que ya estaba oscureciendo, se hacía cada vez más abrumador, en medio de la pestilencia del desbordamiento de aquellas aguas negras. Cuadrillas de voluntarios y personal técnico experto trataban de resolver la situación, destapando diversas bocas de visita y metiendo guayas mecánicas especiales por medio de tubos que lograran llegar al meollo de la congestión. De pronto, justamente en un área abierta frente al centro comercial donde me encontraba, se dispuso un vehículo de una emisora de televisión desde donde en un momento dado salió un periodista para entrevistar por micrófono a un experto. Era un señor mayor, después me enteré que se trataba de un ingeniero de una institución que había desaparecido desde hacía muchos años. Las luces lo iluminaban, y en medio del bullicio se escuchaba por parlante:

“Señores, este es un problema que se estaba preparando desde hace mucho, era algo así como una bomba de tiempo, por las malas praxis de estos últimos años y por motivo de la falta de cumplimiento de las normas de mantenimiento del sistema de cloacas de este sector de la ciudad. No solamente ha sido en las calles, muchas de las edificaciones han padecido el efecto, por cuanto las aguas negras en su desbordamiento se han devuelto y han entrado por los centropisos de los baños y de los patios. Además, esto se agrava, porque se ha detectado en el proceso de destape de las cañerías que hay un excesivo uso de unos toallines que han producido la obstrucción de buena parte del sistema. Déjenme decirles que pareciera que la escasez de papel higiénico ha obligado a la ciudadanía en general a hacer un mal uso de este producto, por cuanto estos toallines no se disuelven en el agua y hemos sacado cantidades alarmantes de estos, en forma de inmensos bloques de obstrucción. Aprovecho para llamar la atención en este sentido, para que eviten desecharlos directamente en las pocetas, es necesario que los boten en las papeleras, de otra manera la ciudad quedaría predestinada a inundarse permanentemente de mierda”. Terminó el señor su exposición, molesto por los hechos sucedidos y por los destinos que había tomado el país.

Todos en aquella cola quedamos sorprendidos por las declaraciones del ingeniero. Hasta los gerentes del negocio quedaron comentando sus argumentos. Cuando pasa la euforia…

–Señora, ¿cómo es lo que me contaba de la pandemia? No pude terminar de escucharla porque me desconcentré con todo este asunto –¡Es el Coronavirus señor, que está matando gente en el mundo entero! –Señora, ¿qué más muerte? Aquí pudiera ser que algunos mueran de eso, pero en el fondo, ¿no le parece con todo esto que hemos presenciado que aquí nos estamos muriendo es de asco? ¿Usted no tuvo ese sentimiento? –¡Esto es espantoso! ¡Verdaderamente es un malestar general que se percibe y una repugnancia insoportable! ¿Será esa nuestra pandemia?