Entre carruchas y desesperanza se movilizan diariamente cientos de venezolanos por este punto fronterizo colombo-venezolano, la mayoría para abastecerse para sí o para comercializar en Venezuela los productos adquiridos. Modalidad que se ha convertido en una estrategia económica individual que busca menguar el estado de pobreza actual de la sociedad venezolana, provocada por el narcorégimen de Nicolás Maduro, resultante de la cartilla cubana: control social a través del Hambre. ¡Perverso!
Situación que ha sido denunciada ante organismos internacionales, sin embargo, la realidad venezolana se mantiene, sin pronta solución o cambio posible a corto plazo, generando el éxodo masivo más grande en la historia del país. ¿Ganaron los chavistas, militares y civiles corruptos, mafias o grupos armados? ¡No… perdimos todos! Se han perdido los valores y principios ciudadanos, capital humano y con ellos… el tejido social y productivo venezolano.
Venezuela se ha desintegrado en miles de partículas, con cada vida perdida, migrante, familia desintegrada, vivienda abandonada, fábrica y comercio cerrado. Y atendiendo a proyecciones tras el análisis de la crisis migratoria venezolana, se ha asegurado que la mayoría de los venezolanos que actualmente viven en otro país no retornarán. Tal como pasó con la población extranjera que se había radicado en Venezuela, principalmente ciudadanos italianos, españoles, portugueses, alemanes, peruanos, ecuatorianos y colombianos.
Este intercambio cultural tuvo resultados positivos dentro de la sociedad venezolana, se tradujo en desarrollo y bienestar social tanto para venezolanos como población legal extranjera. La Pequeña Venecia, representó un paraíso económico con estructura constitucional e institucional sólidas que garantizó la confianza de inversionistas extranjeros. El imperio de la Ley, justicia, libertad y la protección a la propiedad privada logran ese resultado.
La tierra de gracia abrió sus puertas a migrantes extranjeros que se legalizaron rápidamente a fin de incorporarlos dentro de la economía del país, sin prácticas discriminantes como xenofobia y aporofobia, ni implementación de políticas migratorias ineficientes y equivocadas que no obedecen a dinámicas de integración a largo plazo. A este respecto quiero resaltar los resultados de encuesta realizada en 2019 por Invamer: 62% de la población colombiana no está de acuerdo con que el Gobierno colombiano acoja a venezolanos, y 69% tienen opinión desfavorable de los que se quedan.
A falta de una permanencia legal los venezolanos de menor recurso económico han pasado a formar parte de la economía informal del nuevo Macondo colombiano o La Parada, donde narcotráfico, trata de blanca, lavado de dinero, y demás están a la orden del día, sin Ley, sin atención gubernamental efectiva… ¡pero con ayudas humanitarias! Situación que se repite en todos los puntos fronterizos con Venezuela.
Los venezolanos realmente no quieren estar en otro país, necesitan apoyo real para lograr la materialización de un cambio político en Venezuela, sin coexistencias, cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Caso contrario, se cumplirá la nefasta proyección sobre el éxodo venezolano: 10 millones de venezolanos fuera de Venezuela en 2023, de los cuales, 3 millones o más estarán radicados en Colombia.