(Barcelona. 05/11/2019) “Ah, que me vaya yo con los niños a otro país, por qué no te vas tú. Fueron ustedes quienes destruyeron a este país. Un país rico, próspero, con todo y mira el estado de pobreza en que lo tienen”, dijo la mujer.
No cabe duda, la víbora se mordía la cola. El burócrata de estatus medio, también arruinado por su propio sistema político-económico o más bien de tiranía, se cimbraba y reconocía asimismo el rotundo fracaso del régimen, cuya mujer también lo emplazaba a reconocer el fallido sistema de ruina y corrupción, por lo cual el burócrata buscaba ansiosamente un salida para su familia, una protección social y económica en otro país porque en el suyo todo había colapsado.
La hiperinflación, un fenómeno económico jamás conocido en el país, tal como si imagináramos una nevada de un metro en Maracaibo, ya se había vuelto el pan de cada día. El hambre se podía palpar en carne viva, en cada sitio, en cada rincón social, en cada esqueleto humano.
El burócrata aún no había visto a la cara a su mujer para responderle al respecto, pues sus ojos se había quedado fijos sobre uno de sus zapatos, ya en las peores condiciones de uso, roto por debajo y notablemente descocido por encima; el tacón mal desgastado por el lado derecho, lo cual hacía al calzado, ridículo, y a su dueño, de que en verdad estaba en bancarrota.
Ahora en el fregadero la mujer sólo pudo escuchar la última expresión del marido “No funciona”, y prosiguió ella entre dientes. “Claro, ahora la cascabel se muerde la cola, a éste no le queda sino auto flagelarse; reconocer que esta dictadura del hambre y de corrupción, no hace sino acabar con todo, yo se lo decía…”
Mientras que el burócrata como si escuchara a su mujer, continuaba en sus adentros: “Por supuesto, la primera causa del derrumbamiento ha sido la corrupción, luego el confiscamiento de la propiedad privada, el cierre de empresas, las expropiaciones de tierras productivas, de empresas…el trabajo se fue al carajo, y lo que quedó fue hambre .Cuando los comunistas dicen, la dictadura del proletariado, querrán decir más bien, la auto dictadura, pues una vez en el poder los comunistas, a cada cual le montan encima su propia dictadura para que la sufran en carne propia”.
La mujer regresaba de la cocina con un taza de guarapo de café sin azúcar para el marido, pero no le advirtió la falta de endulzante, éste levanto la vista tomó el primer sorbo y quiso disimular frente a su mujer el desagrado, ésta dijo sin mover un labio “anda di algo, tampoco hay azúcar y sal no queda para la tarde, también se acabó”. La mujer empuñó las dos manos y se fue a un cuarto, el burócrata escuchó un fuerte impacto y el estrepito de vidrios en el piso.
Eleazar Contreras