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Las sociedades, al verse amenazadas por la conformación de un régimen dictatorial que atenta directamente contra sus derechos y aspiraciones, produce una respuesta casi automática como mecanismo de defensa. Los pensamientos, las acciones y actitudes que se genera en cada ciudadano afectado e indignado por los atropellos de los cuales está siendo víctima, podemos, perfectamente, englobarlos en la figura del Movimiento Estudiantil.

Bajo este contexto, los estudiantes se convierten en los catalizadores de los reclamos más profundos de la ciudadanía, defendiéndolos con honestidad y transparencia, por lo que, no es extraño ver cómo este símbolo se posiciona como el grupo o institución con mayor grado de credibilidad y aceptación en la población de nuestro país.

En Venezuela existen ejemplos históricos sobre este fenómeno provocado generalmente por el ataque a nuestras libertades, el más representativo de todos, es sin duda, la Generación del 28 que retó a la férrea dictadura del General Juan Vicente Gómez. Esta generación marcó un antes y un después en la forma de hacer política en nuestro país, también de ésta surgieron los nuevos líderes del momento que, años más adelante se convertirían en los gobernantes del país. Sus miembros tenían muy claro qué querían, entendieron y asumieron la responsabilidad que la historia les había concedido.

A casi 100 años de ese movimiento, atravesamos un episodio similar o incluso peor al que ellos vivieron, porque enfrentamos no solo a una dictadura, sino a un Estado Criminal con nexos con lo peor del mundo (narcotráfico, guerrilla, terrorismo islámico y comunismo) y sin embargo, como evidencia de la valentía y la dignidad de una sociedad que se niega a ser sometida, hemos sido testigos del surgimiento de varias generaciones del Movimiento Estudiantil que desde el 2007 pasando por el 2014 hasta llegar a la actualidad, ha mantenido viva la llama de la resistencia y la libertad. Han sido muchas caras, pero el espíritu ha perdurado.

Aunque haya muchos años entre la generación que luchó contra el gomecismo y la que lucha contra el chavismo, las dos están más vinculadas de lo que parece. Ambas decidieron asumir el liderazgo frente a una situación compleja, motivados por la necesidad de transformar el sistema que enfrentaban, por uno donde existiera libertad, justicia y democracia, pero pongo el acento en el momento donde la generación del 28 entendió que para cambiar el país debían pasar de ser líderes estudiantiles agitadores, a ser líderes políticos con vocación de poder, pues, es desde allí donde se pueden gestar las grandes trasformaciones requeridas por los venezolanos.

En este mismo orden, resalto lo que fue el Plan de Barranquilla, no por su contenido, pues, aunque comparto algunas cosas, hay muchas otras que no, pero lo importante es reconocer el hecho de construir una visión compartida del país que querían los jóvenes de aquel momento.

Nuestra generación enfrenta retos similares con la ventaja de conocer las fallas que cometieron nuestros antecesores, por ello, debemos diseñar un modelo de país con bases suficientemente sólidas para que no colapse con el tiempo y surja una nueva amenaza para la libertad y la democracia, por eso es necesario que acordemos:

  • Consolidar una república sólida al salir del régimen, donde exista realmente independencia y autonomía entre los poderes públicos.
  • Reducir el tamaño del Estado y que este se dedique a la seguridad y justicia, y parcialmente a la educación y salud.
  • Garantizar la libertad de prensa y de pensamiento, así como el derecho a la propiedad.
  • Asumir un modelo de economía de libre mercado.
  • Eliminar la reelección indefinida.
  • Ejercer el poder político bajo principios, valores y ética.
  • Empoderar al ciudadano.

Asumamos el reto que implica pasar de las aulas y las protestas, a ser quienes gobiernen a Venezuela en libertad.

 

Andrés Ruvas. 

Coordinador Estadal.

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