Desde los inicios de las sociedades políticas siempre la fe ha tenido importante participación en los procesos políticos. Muy bien se enmarcó en la edad media con el arquetipo teológico donde los reyes eran impuestos por la voluntad de Dios, cuestión que en su momento fue bastante perjudicial para las sociedades de ese momento, pero a pesar de, como raza humana no aprendimos lo peligroso que se vuelve juntar a la política con la fe, tan peligrosa puede ser que puede generar guerras con grandes pérdidas tanto humanas como materiales.
Afortunadamente en las sociedades latinoamericanas no hemos llegado a tales puntos por la hegemonía que ejerce el catolicismo como religión en toda América, a pesar de que tenga su antecedente sangriento en el pasado pero ese no es el enfoque.
El caso venezolano ha sido bastante particular porque desde la iglesia se ha buscado sembrar educación ciudadana en los más jóvenes de la sociedad pero esa enseñanza se pierde en el pasar del tiempo a beneficio de gran parte de la sociedad política, así como sus actores.
Lastimosamente a lo anterior podemos sumarle la poca educación política que se le inculca a la sociedad civil, repito, a conveniencia de una gran mayoría de la clase política y sus actores para que cuando lleguen el poder venderse como unos mesías que vendrán a encaminar nuestras vidas a través de regalías y acciones que son más perjudiciales que beneficiosas a través de un lapso de tiempo determinado, como ejemplos podríamos tomar como referentes a CAP I, Chávez y quizás hasta algunos dirigentes y actores políticos con los cuales convivimos actualmente. Haré especial énfasis en los últimos mencionados pero primero hay unos términos que deben definirse con prioridad absoluta y son los siguientes: fe y esperanza.
Podemos entender que la fe es una creencia y esperanza personal en la existencia de un ser superior que generalmente implica el seguimiento de un conjunto de principios religiosos, de normas de comportamiento social e individual y una determinada actitud vital, puesto que la persona considera esa creencia como un dogma el cual no debe ni puede ser cuestionado. En cambio, la esperanza es un estado de ánimo optimista basado en la expectativa de resultados favorables relacionados a eventos o circunstancias de la propia vida o el mundo en su conjunto.
Lastimosamente, gran parte de los actores de oposición a través del abuso en el uso de la demagogia han vendido la labor de la política como algo que sólo pueden hacer los dioses o personas inmaculadas y no, no es así. El político es un ser humano más, solamente que eligió ser servidor público a diferencia de una gran parte de la sociedad. Quizás lo anterior es parte de ese algo que nos ha mantenido atrapados en un proceso de involución social, permitir que los políticos se vendan como dioses y quieran actuar como tal en todo momento, su consecuencia directa es que en la situación donde deberíamos tener esperanzas en esos liderazgos, tenemos fe en ellos y nos ceguemos por sus actitudes de querer mostrarse como la reencarnación de Jesucristo. Al decir lo anterior se me vienen a la mente a la mente las consignas que usaron en la campaña para las elecciones de la AN, una de las más memorables fue: “El Cambio Viene y Nada Lo Detiene” casi cuatro años después y con un diputado del partido que emitió esa consigna ejerciendo la figura de Presidente (E) nada ha cambiado. Con el personaje que acabo de mencionar la historia no ha cambiado, pero su imagen se ha visto mellada por el mal uso de los términos y por cómo ha vendido su imagen más allá de ser el líder de un proceso complejo.
Ahora bien, nuestro rol como ciudadanos es claro, primero que todo debemos empezar a manejar los términos correctos y educarnos de manera individual, empezar a manejar nuestros sentimientos con racionalidad y más importante aún, no permitir que los líderes políticos –Sin importar su rango de influencia- se vendan y actúen como dioses y mucho menos nosotros venderlos como tal, repito, son seres humanos y tienen fallas.
Además debemos entender que la protagonista de los procesos políticos es la sociedad civil organizada, porque sin ella no hay sociedad política. Entonces, es la hora de ajustarnos al rol que nos compete como ciudadanos y exigirle a nuestros líderes a la altura del reto que nos tocó asumir.
Yo en lo personal tengo esperanzas y creo que si asumimos la labor como es pertinente y con fuerza seremos libres antes de lo que esperamos, ¿Y tú?
Samuel J. Borges P.
Coordinador de Organización
Vente Joven Distrito Capital
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