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Es indiscutible que un cambio se aproxima a Venezuela, el atraso de más de 30 años con respecto a otros países del mundo nos deja en una posición poco privilegiada ante la verdadera dinámica del planeta; sin embargo -y es lo mejor de todo esto- se nos presenta una oportunidad determinante para nuestro futuro y el del país. Debemos tener la capacidad de resurgir con los recursos más importantes que tenemos, nuestro talento y un venturoso territorio.

Desde hace más de una década se ha venido analizando y cuantificando el impacto de la economía creativa o economía naranja a escala mundial; esta se ve representada en la riqueza generada por el talento, la creatividad, la propiedad intelectual, las conexiones y la cultura propia de cada región. La exportación de bienes y servicios creativos para el año 2011 alcanzó los US$ 646 mil millones, lo que equivale a ser la quinta mercancía más transada del planeta; en Colombia para el año 2017 representó el 8,1% de su economía y más de 247.000 fuentes de trabajo y en Buenos Aires uno de cada diez empleos es generado por industrias creativas así como 9 de cada 100 pesos aportados a la economía de la ciudad.

El talento y el territorio deben funcionar en conjunto; las regiones, urbes y vecindarios son la plataforma para el desarrollo de esta industria creativa, nuestras ciudades deben convertirse en imanes del talento, están obligadas a proporcionar toda la infraestructura, bienes y servicios, espacios públicos y viviendas que no solo capten si no que retengan a esa población creativa y talentosa que será un importante grupo generador de riquezas.

La concentración de talento en áreas geográficas especificas se conocen como “clusters”, aparecen en ciudades principales o intermedias como puntos de importante actividad económica, uno de los ejemplos más conocidos es Silicon Valley, ubicado al sur del área de la Bahía de San Francisco, en el norte de California, Estados Unidos; en los años 80 nace como un área de innovación y comercio tecnológico, hoy día es el tercer “cluster” de innovación más importante del mundo, contando con más de 34.000 patentes. Esto no hubiese sido posible sin la cercanía de estas empresas con las universidades, es decir que el territorio, sus conexiones y los equipamientos que se ofrecen son determinantes para instalación y desarrollo de estos espacios. Es acá donde los pensadores, diseñadores y planificadores de ciudades y regiones debemos apuntar; a las nuevas políticas y estrategias de desarrollo territorial, novedosas alternativas urbanas que trasciendan lo físico y se incorporen a la dinámica real de la ciudad.

En la década de los 90 la telenovela venezolana fue el producto de exportación más distintivo del país, la industria producía millones de dólares, un escritor promedio podía ganar US$ 4.000 al mes y se generaban alrededor de 10.000 empleos. Estas y otras actividades culturales buscan un espacio donde renacer; el cine, la televisión, el teatro, el software, los video juegos, la arquitectura, el diseño, la moda, la gastronomía, la cultura, el patrimonio, la educación, son las nuevas oportunidades de crecimiento económico. Las ciudades venezolanas deben asimilar el momento, aprovechar la oportunidad y dejar volar su imaginación; a partir de las ciudades y nuestros talentos la reconstrucción del país será más rápida y sostenida.