“No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”; fueron las palabras del insigne defensor de la libertad y la democracia Winston Churchill, mientras pronunciaba el discurso que anunció la conformación de un gabinete que dedicaría hasta la última palabra y acción a neutralizar el nacional-socialismo, cuyas fauces ya habían devorado la paz de aquel continente. Hecho ante la cual, la neutralidad se avisaba como pretendida sumisión al puño de la tiranía.
Es lícito traer a la memoria el recuerdo de este momento histórico, en el que la indiferencia de quienes esquivaban la realidad de una nación que se sumía en la miseria del rencor y la violencia del fanatismo, cobró con el costo de la guerra.
Aunque es verdad que no faltaron naciones, instituciones y movimientos cuyo coraje representó la luz de la esperanza y el puño de la libertad que posteriormente restablecería el orden, la libertad y la justicia.
Venezuela se encuentra sometida a la tragedia de una tiranía criminal que ha usurpado el poder, y que hoy en día agoniza ante su inminente caída, luego de 20 años de haber quebrantado nuestras el Estado de derecho, de haber roto el tejido social que unía a las familias como núcleo fundamental de la sociedad venezolana, y de haber pretendido implantar un proyecto de gobierno mafioso, deformando las instituciones de la República de Venezuela; está en su etapa terminal y ellos lo saben.
Han pasado casi dos generaciones, nacidas y criadas en lo que hoy es un país sumergido en políticas degradantes, donde la justicia se volvió un favor, cuando esta debe ser una garantía; la igualdad se volvió una política pública perversa, cuando esta sólo debe ser ante la ley; y la libertad, una ficción, por la cual más de uno dió la vida, sin conocer aquello por lo que luchaban.
¿Cómo se puede defender algo que no se conoce? es una pregunta común en momentos en los que los individuos baten su fe entre forjar un presente que justifique un mejor futuro, y la desesperanza cristalizada en la inacción. Y es que el Estado de derecho -hoy roto, y desconocido por quienes defienden y reivindican su restitución-, no puede ser un capricho, bajo el cual se justifique el poder de un régimen. Porque antes de tener una nacionalidad, culto, o creencia, existen unas condiciones consagradas como derechos humanos que todo individuo debe poseer y que todo ciudadano debe defender, y que hoy, el régimen usurpador viola con cada día que se traduce en niños muriendo de inanición, hombres y mujeres azotados por la inseguridad y la injusticia, de ser castigados por pensar distinto, por manifestar su voluntad a ser libres.
Sin embargo, la defensa por los derechos humanos en el escenario internacional (análogo, quizás, a los días oscuros que vivió Europa en otra época), no nos abandona, y el mundo se ha congregado en un apoyo a la lucha ciudadana en nombre de la democracia como garantía para la libertad, a la lucha en contra de regímenes que merman las libertades civiles, económicas y de pensamientos en una nación, y que a la vez amenazan la paz y la seguridad del resto de las naciones, y eso las democracias modernas no lo van a permitir.
Porque el ejercicio de la política en una nación no puede reducirse a una autoridad desviada, a sabiendas de que la toma de decisiones en la esfera de la política nacional, tiene consecuencias internacionales, todos somos testigos de eso: la inseguridad, el narcotráfico y las mafias como negocio del régimen chavista y carteles como las FARC y el ELN, así como la migración forzada por las carentes oportunidades en Venezuela nos han demostrado que así como la regulación del mercado tiene consecuencias en la corrupción del mismo, y la violación de derechos por parte de su garante, conlleva a la concreción de un estado fallido, y forajido, ese en el que Maduro y sus mafias deben salir ya, sí o sí.
Es la hora del coraje, la cual te empuja a entender que el ejercicio cotidiano de la política entendido como ciudadanía, no puede reducirse a una nacionalidad como concepción excesivamente jurídica, sino al cultivo de individuos, con valores y principios que cuando sea necesario, sepan alzar su voz en nombre de quien lucha por su derecho a pensar distinto y ser diferente, eso que te lleva a la libertad, esa que vamos a lograr con todo.
Coordinador de formación Juvenil de Miranda
@Josehumbiave