Violar la ley para justificar su cumplimiento. Una persona encabezando nada más y nada menos que el más alto cargo público a nivel nacional, secundado y apoyado por un grupúsculo de un partido venido a menos y contando con un apoyo popular cercano sólo a un 20%, pretende con el uso y abuso del poder mantenerlo a toda costa.
Pareciera que antes del 6D de 2015 todo era un paraíso para el sector oficialista. Estaban apoltronados, confiados, creyendo que ya el pueblo vejado a conciencia y en forma premeditada durante más de tres lustros había sido doblegado. Sus armas han sido las más aberrantes e inhumanas ya que trastocan la propia esencia del ser humano, pero les permiten socavar lentamente su libertad, paz e independencia y hacerlo cada vez más dependiente y sumiso de un Estado que quiere controlar todo, desde nuestras conciencias hasta la producción del rubro más insignificante.
La gravísima y creciente escasez de alimentos y medicinas, lo cual ha generado una crisis humanitaria que el régimen se niega a reconocer para no aceptar el fracaso total de las políticas económicas aplicadas que están totalmente alejadas de la realidad, aunado a la inseguridad que en su conjunto han generado una crisis de magnitudes catastróficas para todos los venezolanos.
Contaban con una mayoría parlamentaria que le permitía aprobar y manejar a su antojo todo el ámbito legislativo; simplemente sus diputados se limitaban a cumplir órdenes y levantar su brazo cuando se les ordenaba votar para aprobar con la “señal de costumbre” la aprobación de cualquier ley que se les presentara, sin importar sus consecuencias, racionalidad y respeto por principios constitucionales. La señal de costumbre era el pase de aplanadora a la bancada opositora que durante años se vio sometida a la voluntad de una mayoría y tuvo que respetar las decisiones tomadas aun cuando no se compartieran.
Sin embargo, el pueblo les dio una sorpresa y los levantó del letargo en que se encontraban. Les prendió las alarmas que pensaban que ya estaban desconectadas y almacenadas para siempre. Ahora, contando la oposición con una mayoría en la Asamblea Nacional (AN), la tortilla se les volteó. No les gustó que la señal de costumbre investida del voto popular se la aplicaran ahora a ellos. El socialismo del siglo XXI comenzó a hacer agua. Perder el poder en estos momentos es para ellos inaceptable e inoportuno ya que requieren de unos 15 años más aproximadamente para poder afianzar su modelo fracasado en la conciencia de esos niños y jóvenes que les ha tocado el infortunio de crecer en medio de esta crisis.
Atados de manos, popular y legalmente hablando, con el balde de agua fría que cayó sobre sus cabezas, solo tenían al Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) para usarlo como muro de contención. Nombraron rápidamente magistrados no calificados académica ni profesionalmente, y cuanto proyecto de ley es sometido y aprobado es luego declarado inconstitucional por el TSJ. Además el TSJ ha anulado en sus funciones a la AN al declararla en desacato, y por ende cualquier decisión en ella tomada es nula.
Hace poco Maduro en franca violación de la Constitución sometió la aprobación del presupuesto 2017 ante el TSJ y éste sumisamente lo aprobó. Buscó igualmente la bendición de su porción de pueblo venido a minoría y convocó a un show a las gobernaciones y alcaldías oficialistas, con la amenaza y chantaje de que quien no apruebe semejante violación no recibirá los recursos que le corresponden.
Lo que debe quedar bien claro es que el pueblo despertó y está harto de tanto abuso y retórica socialista desgastada y lo que quiere es trabajo digno, comida y medicinas suficientes, igualdad de oportunidades, respeto por la constitución y leyes, libertad, paz y sobre todo respeto por su voz materializada en el voto. Ni con agua bendita podrán convalidar tantas violaciones a la Constitución y deben prepararse para rendir cuentas ante la justicia y la historia.
@Eduardolawyer