Subestimada o despreciada cualquier consideración o discusión ideológica, fue posible que se introdujera e impusiese el marxismo más anacrónico en la Venezuela que abrió sus puertas al siglo XXI. El rechazo casi supersticioso de una mayor hondura en el debate, a favor de los propósitos que se presumían suficientemente claros, sensatos y consensuados, trastocada la política en un espectáculo banal, facilitó el contrabando.
Transcurrida más de una larga década y media, decimos sorprendernos porque Maduro Moros corre a celebrar en La Habana al nonagenario Fidel Castro, aunque cueste la gracia más de $ USA 200 mil de acuerdo con el cálculo de Carlos Berrizbeitia. Dentro de algunos años, habrá quien le alarme que nuestro país haya subsidiado a la dictadura caribeña con una generosidad tal que pisa francamente el terreno del delito de traición a la patria, creados los intereses del caso.
Dos rápidas circunstancias facilitaron tamaño contrabando: por una parte, este proceso dizque revolucionario no provocó la correspondiente polémica teórica, porque – simplemente – nada semejante podía pedírsele a los nuevos elencos en el poder. Convengamos que el par de mandatarios nacionales y el mejor de los ministros que se ha tenido, ni siquiera se acercan a las inquietudes, honestidad y talento que, mal que bien, equivocadamente o no, caracterizaron a los remotos dirigentes del PCV o el MIR.
Fenómeno derivado, sintonizó muy bien el desinterés y la franca ignorancia ideológica del gobierno con el desinterés y la franca ignorancia ideológica de no pocos sectores de la oposición. Uno y otro coincidieron en la ligereza de los planteamientos, muy a tono con los espacios mediáticos disponibles.
Y, por otra parte, la evidente cautela y renuncia a escudriñar más allá de lo debido, en relación al marxismo proclamado, porque – ortodoxamente, si de lucha de clases, teoría del valor o imperialismo se trata – no será difícil descubrir cuál sector social ha emergido como el victorioso y decisivo, cuán lejos se ha llegado con la masiva marginalización de la población y de las importaciones, hasta dónde arriba la impudicia del entreguismo o la franqueza de incurrir en un vasto ecocidio, con el Arco Minero. Por supuesto, de esto se puede saber si – por lo menos – nos acercamos un poco al estudio del marxismo, pues, diciéndose feligreses de la capilla, también por esta vara deben medirse.
@LuisBarraganJ