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Apenas, filtrándose algunas imágenes de lo que está ocurriendo en las profundidades de Cuba, tenemos una exacta idea del peor futuro que nos espera en Venezuela. Por muy acostumbrados que estén los isleños a las privaciones, los resquemores y las angustias, se arriesgan a la protesta de calle, respondidos con una inmediata, selectiva y feroz represión, a  la vez, atenuada por la consideración y el tratamiento psiquiátrico que enseñaron los soviéticos para no levantar la polvareda.

Quizá esbozan el saldo final e insospechado de una relación contradictoria entre el régimen y la pandemia prolongada, preocupando al politburó que administra Díaz-Canel que no todo lo puede prever. Imaginamos una tal abundancia de recomendaciones de los servicios de inteligencia que pueden acarrear medidas susceptibles de favorecer a una o algunas de las inevitables corrientes maceradas por tan largo y hegemónico ejercicio del poder.

El socialismo real, aunque no sus fanáticos, suele derrumbarse sorpresivamente de hacer caso a la experiencia de finales del siglo veinte. Además, si bien es cierto que no podemos comparar la universalización del Covid-19 con la peste negra que hizo trizas a los europeos medioevales, no menos cierto es que éstos la padecieron y murieron sin saber del motivo, marcando una notable diferencia.

Además, porque los recursos médicos y sanitarios no alcanzan para todos, luce una solución buena, bonita y barata confinar a la población a sus casas, dejada a su suerte.  Sin embargo, la fórmula que parece de naturaleza más militar que sanitario-preventiva, faltando los servicios correspondientes, no impide que la desesperación personal y familiar lleve a una apuesta por la rebelión, pues, se dirá, la muerte está ahí rondando de todos modos.

Incluso, es la otra lección histórica, si de oposición tratásemos, cuando los partidos llamados a canalizarla y expresarla están liquidados, o en vías de liquidación, el relevo político lo toma la sociedad civil que se expresa a través de sus organizaciones, o las que  inexorablemente surgen, fueren los trabajadores, los poetas o los tejedores de canastillas: obstinada, la liebre salta aún desde los ámbitos aún más modestos. Y es que todavía falta por saberse de las consecuencias del peligroso huésped covidano; esto, apenas, comienza.

@luisbarraganj