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La vinculación enfermedad y política proviene de muy vieja data en la humanidad. El discurso médico ha sido empleado muchas veces también como mecanismo de control sexual, social, económico, laboral y, desde luego, político. Basta acercarse un poco al siglo XIX para evidenciar el uso de ese discurso y su influencia para «vigilar y castigar», hasta para someter a los individuos.

En Venezuela presenciamos un uso y abuso político del Coronavirus que no se concentra solo en la manipulación interesada, como toda manipulación, de las cifras. Cifras oficiales rechazadas por los científicos. Increíbles números otorgados y descreídos permanentemente, incluso para el común de la población. Así, se han dedicado a controlar, basándose en la falsedad de los datos, la movilización poblacional. Esto llevó a permitir un descontrol desmesurado durante el pasado carnaval, con las miras perversas y criminalmente puestas en el resto del año. El carnaval era más proclive, evidentemente, a la permisividad. Al relajo de todo. Como es su esencia fundamental. La fiesta de la carne.

Con la finalidad de incrementar los casos hacia las fechas de la religiosa «Semana Mayor». Lógico. La Semana Santa implica más incidencia religiosa en la política, con la intervención desde el púlpito y en la interrelación de, especialmente, los oficiantes católicos con sus feligreses. Evitar esa sintonía, en estos momentos, resulta muy conveniente para el régimen del terror. Es una manera más para aplicar una especie de censura religiosa valiosa para los fines políticos de quienes malamente detentan el poder. Pero hay, al menos, dos factores más de influencia. Las elecciones nacionales y el ataque a los enemigos internacionales del régimen.

Es obvio que habiendo proyectado elecciones, que para ellos lucen firmes e indispensables para la preservación, reafirmación y extensión del poder este año, ante las inmensas fallas en la popularidad del régimen, dejar a la gente en sus casas evita protestas y evita el accionar político contrario. Si le sumamos a esto la censura cada vez más creciente aplicada a los medios de comunicación y la censura a los eclesiásticos, haber propiciado la expansión del virus en carnavales era una acción ideal, sin prurito ni contención alguna. Los tiempos, de ese modo, les cuadran perfectos para buscar imponer los suyos en un lejano e imponderable diciembre, si acaso.

Encima les sirve para descalificar, permanentemente, como lo hace de continuo Maduro en las inefables cadenas nacionales de radio y televisión, a los enemigos internacionales del régimen. Los fronterizos Colombia y Brasil. Recurrentemente se refiere a ellos como el lugar de donde provino el virus a Venezuela y de sus descuidos en la propagación de la enfermedad. El uso político incluye, obvio, su mirada y empleo discursivo internacional. Nótese que, por ejemplo, ha bajado a conveniencia la animadversión a los Estados Unidos, curioso.

No queda duda. Perversa, criminalmente, estos canallas han acrecentado el uso político del Coronavirus sin importarles nada en su único propósito maquiavélico: preservar su alicaído poder. Permanecer inclementemente en él. Nuestro propósito, aunque encadenados, como estamos, debe mantenerse firme en la ruptura de esas cadenas: reventarlas y sacarlos del poder cuanto antes. Con esa ayuda internacional  Sigamos el sendero de la libertad, hasta alcanzar la meta. A pesar de todas las limitaciones impuestas, que incluyen la enfermedad y su manejo para controlarnos, para asfixiarnos políticamente, o matarnos, no solo políticamente.

 

@WilliamAnseumeB