Inicio con una simple pregunta para que, mentalmente, Ud. se ubique en el país que le gustaría dejar a sus hijos y nietos y en la forma de conseguirlo.
Si su respuesta es “salvar a Venezuela”, entonces el camino a seguir no es nada fácil y el sacrificio es enorme. ¿Cómo se salva a un país como el nuestro que está enfermo, paralizado, en crisis, lleno de problemas y a punto del colapso total? Pues extirpando, de raíz, los males que lo mantienen en esa situación. ¿Conocemos cuáles son esos males? Claro que sí, los tenemos bien identificados: el mal gobierno, la tiranía, la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia, la impunidad, la discriminación, la violencia, las mafias, la destrucción del aparato productivo, entre otros males. Es necesario extirpar y acabar estos males, pero reconocemos que los ciudadanos no tenemos los medios para hacerlo. El mecanismo que hemos aprendido a utilizar para generar los cambios es el que nos da la constitución y las leyes, que es el voto universal, directo y secreto, pero este mecanismo no se puede utilizar ya que el grupo que gobierna tiene secuestradas las instituciones que garantizan el cambio democrático y pacífico en nuestro país.
Cerrado el camino democrático y pacífico, ¿pudiéramos pensar que los venezolanos podríamos, por la vía de la fuerza, generar los cambios? La respuesta, por supuesto, es un “no” rotundo. La vía de la fuerza está negada ya que somos un pueblo tranquilo, pacifico, trabajador, cristiano, de buen corazón y al que no le gustan los conflictos. Así somos, pero todo tiene un límite, llegando el momento que, hasta el más pacífico de los hombres, ante tanto abuso y humillación, puede rebelarse y enfrentarse a quienes lo oprimen, así como ya ocurrió en el pasado. Pero ¿cómo se alza un pueblo desarmado en contra de un tirano que cuenta con un ejército, países aliados y bandas de desalmados delincuentes para defenderlo? Sería un suicidio intentar algo así y los usurpadores lo saben, manteniéndose tranquilos con el poder en sus manos al no tener ninguna amenaza creíble que los ponga en peligro y los haga preocupar.
Está clarísimo que solos no podemos. No tenemos la sangre, la fuerza, ni las armas que nos permitan enfrentar a quienes nos someten, arrebatarles el poder y ponerlos a la orden de la justicia. Como no podemos solos, la opción que nos queda es la ayuda internacional. Solicitar ayuda a otros países o a una coalición de países que obliguen a quienes nos controlan a entregarse y se consiga el restablecimiento del orden constitucional en Venezuela y la restauración de la democracia y la libertad.
Si por el contrario, su respuesta a la pregunta inicial fue “salvar a los corruptos”, entonces la cosa es mucho más sencilla. Ya no hace falta que el pueblo se rebele, consiga armas o solicite ayuda internacional. En este caso lo único que hay que hacer es sentarse a dialogar, reconocerles derechos políticos a los corruptos y olvidarse de todo el daño que le han infringido a Venezuela y a los venezolanos. La situación seguirá empeorando, pero todos estaremos muy ocupados pendientes de lo que se hable en esa “mesa de negociación’’ y no nos daremos cuenta de la profundización de la crisis y la destrucción total del país.
Genaro Méndez Contreras
Secretario Político de Vente Táchira