USA ha planteado un proyecto resolutivo a la larga y pavorosa crisis política y humana que atravesamos en Venezuela, como consecuencia de las políticas destructivas contempladas en el plan denominado Socialismo del Siglo XXI. Un plan incógnito del que sólo se ven sus arrasadoras resultas, luego de su puesta en práctica por el «comandante eterno», Hugo Chávez y continuadas emergentemente por el «presidente obrero», Nicolás Maduro.
El proyecto resolutivo de USA contempla los tres pasitos venenosos contra el régimen, esbozados y publicitados hace ya más de un año por Juan Guaidó en representación de la Asamblea Nacional y de la oposición venezolana: «cese de la usurpación», «gobierno de transición» y «elecciones libres». Pero existen aditamentos: levantamiento de las sanciones, así como apoyo económico y técnico para el comienzo de la reconstrucción de nuestro devastado país. Otras acciones circundan tan generoso proyecto: dinero para quien contribuya a la captura de algunos de los principales cabecillas de la tiranía narco-terrorista y la mayor movilización militar en occidente para combatir en el sitio a ese narco-terrorismo.
Hasta ahí el asunto gira bien. Es una propuesta imposible de rechazar para la oposición venezolana. Pero como nada es perfecto, lamentablemente, el encantador proyecto presenta puntos polémicos, álgidos: amnistía para conquistar especialmente militares que no estén señalados como incursos en delitos de lesa humanidad (muy bien), y la incorporación al gobierno de emergencia de dos representantes del régimen «saliente». Salida honrosa para quienes queden pues. Allí el dilema: soportar cogobernar, cohabitar, o pasarles la aplanadora que es propuesta generalizada en el desmemoriado país que hasta este momento no olvida. Reconciliación para quienes sobrevivan.
¿No puede ser posible la procura de una reconciliación sin ellos cogobernando? Yo diría que sí. Es muy distinto el planteamiento y el momento aquel cuando Rómulo Betancourt, en 1957, avizoró que con comunistas no iba a gobernar. Los comunistas contribuyeron en alta medida a la caída de Marcos Pérez Jiménez y reclamaban un derecho a estar en funciones de gobierno, un derecho qué tal vez merecían y Betancourt sabia y hábilmente les negó. El panorama ahora es distinto. Primero, estos sátrapas no tienen, incluidos algunos militares enquistados y sostenedores de todo este espanto prolongado, derecho alguno a mantenerse en el poder, de ninguna manera. Han tenido más de veinte años en eso y han demostrado su despotismo y su crueldad. Quienes de ellos no han estado involucrados directamente en delitos de lesa humanidad han sido cómplices manifiestos. Así que lo mejor es echarlos a un lado. Venezuela cuenta con recursos humanos valiosos con suficiencia, entre quienes no se enlodaron en el estercolero de la tiranía.
Así que bienvenido el proyecto de los EEUU. Con sus complementos será seguramente efectivo. Pero la dura transición deben dirigirla venezolanos aptos y ecuánimes, de los que abundan en nuestro país. Sin mezcolanza con quienes han estado involucrados de algún modo en esta tragedia incomparable en nuestra historia en cuanto a corrupción, desconocimiento de la Constitución, de los Derechos Humanos, del respeto al ciudadano y a la vida. ¿Que habrá posibles levantamientos? De todos modos los habrá. Controlables con la aplicación de la ley y las fuerzas del Estado.
Gracias USA y los países y organizaciones que han respaldado el acertado movimiento, incluida buena parte de la Unión Europea, el Grupo de Lima, la OEA, con Luis Almagro, y otras naciones preocupadas realmente por nuestra escabrosa situación, pero para que sea aceptable, viable, soportable, aunque sea temporalmente, el proyecto, agradecemos también esa enmiendita. Saquen eso de la negociación propia de la capitulación. No es Francisco de Miranda ni Monteverde. Se trata de esta guerra no convencional contra el crimen, se sabe. Otorguen, si quieren, otro tipo de prebendas.