Me siento en el jardín de mi casa a observar a la gente, vivo en una concurrida avenida de Valle de la Pascua, allí veo gente pasar con carretillas, coches, carruchas para buscar agua en la calle, en partes bajas de la población, van a pie. Desde la mañana sale muchísima gente para comprar o buscar quién les solucione el día con algo, van con tapabocas, piden mangos y les dan, comida y les dan, agua y les dan, pero algo que me asombra es que mucha, sí, de verdad mucha, gente que va a pie, se les para un carro, quizás un conocido, familia, vecino y les da la cola, con la poca gasolina que queda, aún a riesgo de contaminarse o peor contaminar la familia. Todavía hay gente que le duele la gente. Todos sabemos lo inclemente del sol y la temperatura en los llanos guariqueños, las pocas posibilidades de tomar un refresco en el camino, poca sombra en verano, aquí todos salen en la mañana, como si en la mañana no hay riesgo de contaminarse con el virus, hay poco conocimiento de lo que significa una cuarentena, a veces pienso: pero para qué vamos a conocer tanto, si no podemos cumplirla. Claro, esto es un pensamiento muy equivocado de mi parte, tenemos que tener conocimiento de todo para poder defendernos de esta pandemia y de los otros males que nos aquejan y hacer llegar todas las herramientas posibles a la población para cuidarnos.
Pero la realidad es que, lavarse las manos con agua y jabón en Venezuela es un lujo. No llega agua a la tubería, es necesario acarrearla y de una forma medieval. Nadie tiene dinero para abastecer su casa ni siquiera una semana.
Los venezolanos no estamos muy pendientes de los casos de coronavirus, sino que nuestro pensamiento está en qué haremos hoy para comer o tener agua en casa. El coronavirus parece algo secundario.
La verdad que nuestra prioridad es el cese de la usurpación, este régimen ha venido propagando males mayores con una fuerza más grande que la de la pandemia.