Nunca debemos asustarnos por no saber, si no, asustarnos por aprender. Es por ello que las luces es el mayor miedo de los socialistas y de aquellos detractores infames de la libertad. Sin embargo, hace 115 años nacía en San Petersburgo, Rusia, oriunda de familia judía, Ayn Rand, y con ella toda el sistema filosófico del objetivismo y así, toda la percepción moral, real, efectiva y papable de la filosofía del hombre liberal moderno.
Es por ello, que en obras tan reconocidas cómo; “Himno”, “El Manantial”, “La Rebelión del Atlas”, etc… Rand, nos deja previstas todas las bases epistemológicas de lo que debe ser – a percepción de los objetivistas- el conjunto de proyecciones individualistas y razonables que conforman al verdadero ser pensante, de hechos y virtudes, de capital y laissez-faire.
El interés en su obra, es el interés en uno mismo y en buscar la cúspide de la percepción individualista, tal y en palabras de ella: “Se nos ha enseñado que el ego es sinónimo del mal y el altruismo el ideal de la virtud. Pero mientras el creador es egoísta e inteligente, el altruista es un ente que no piensa, no siente y no juzga, no actúa. Esas son las funciones del ego…”. Rand, no solo nos llama hacer una reflexión acerca de cuán importante es el “yo” y que, el egoísmo, no es malo en lo absoluto, si no que a su vez, nos hace a una reflexión axiológica acerca de las percepción del mundo que tenemos como individuos con los mejores destellos e influencias del realismo político y filosófico, ya surge una premisa para cualquier persona que la lee… ¿Y es qué cómo puedo ayudar a alguien, si no me he ayudado a mí? A partir de aquí, el viaje ya está más que iniciado.
Además de enseñarnos con fervientes obras y grandes alegorías de ficción que el egoísmo (egoísmo racional), no es malo, más bien, es necesario para poder surgir como individuos, puesto que necesitamos del mismo para así poder alcanzar la cúspide de nuestro desarrollo y persona como individuos. Sin embargo, Rand, no solo nos llama a una reflexión cabal y total acerca del pensamiento propio de quien le lee, si no también, a una denotación y fijación en la realidad en el que vivimos como individuos, viendo esto en frases cómo; “La ambición de poder es una mala hierba que sólo crece en el solar abandonado de una mente vacía” o “Piedad para el culpable, es traición para el inocente”.
Su obra, llama al análisis crítico-racional del sistema, sociedad y gobierno en el cual se habita para así poder llegar al postulado y afirmación que “la libertad de un país es el grado de su progreso”, haciéndonos observar en su obra, ya antes mencionada “La Rebelión del Atlas” el lúgubre presagio que tiene un nación si no respeta a sus empresarios, y por sobre todas la cosas, las libertades fundamentales e individuales de sus ciudadanos.
Es por ello que los liberales nos llenamos de alegría y jubilo al saber que existió una persona con la capacidad de generar semejante masa crítica y académica para la posteridad, y sobre todo, para seguir llenando los espacios del liberalismo y reforzar el ideal que trae y va a seguir trayendo prosperidad a todos los individuos.
“No soy primariamente una defensora del capitalismo, sino del egoísmo; y no soy primariamente defensora del egoísmo, sino de la razón.”