Nunca estuve de acuerdo con el refrán que el “pesimista es un optimista bien informado”, independientemente de las circunstancias por muy desalentadoras y duras que sean, el optimismo debe ser una posición ante la vida, no importa lo informado que se esté sobre la alta probabilidad de ocurrencia del peor escenario, la historia está llena de casos y hombres que han sido un ejemplo de optimismo, esperanza y resiliencia. Voy a referirme al famoso Neurólogo y Psiquiatra Viktor Frankl fundador de la logoterapia, considerada la tercera escuela Vienesa de Psicología después del Psicoanálisis de Freud y de la Psicología Individual de Adler. Viktor Frankl en 1942 fue deportado al campo de concentración de Theresienstadt, luego a Auschwitz, Kaufering y Turkheim, y fue liberado en 1945 por el ejército norteamericano. Sobrevivió al Holocausto, no así su esposa y padres que fueron asesinados en esos campos Nazis.
Escribió Viktor Frankl en uno de sus libros, que al verse en esas circunstancias miserables y en extremo inhumanas donde la muerte acechaba todos los días, se preguntó: Qué enseñanzas debo lograr de este infierno? Que puedo aprender de esta nefasta situación que estoy viviendo? Y se visualizaba, una vez terminada la guerra y liberado, escribiendo, enseñando y dictando conferencias por todo el mundo de lo allí vivido y aprendido sobre la naturaleza del ser humano. Afortunadamente lo logro, tuvo una larga vida de más de 90 años.
En esos campos de concentración había una regla entre los prisioneros, que nadie podía intervenir para evitar que algún compañero se suicidara. Sin embargo, el Dr. Frankl evito dos suicidios, uno se trataba de un padre que adoraba a su hijo que vivía en el exterior, y el otro, de un científico con unos trabajos de investigación y una colección de libros que había iniciado. Ambos argumentaban que ya no esperaban nada de la vida. Pero en ambos casos, él les hizo comprender que la vida todavía esperaba algo de ellos. Al primero, lo sensibilizo en el sentido que su hijo le estaba esperando, y que nadie podría reemplazar el amor del padre. Al científico, lo convenció que le esperaba su obra, que nadie podría terminar el trabajo iniciado y que la ciencia necesitaba.
Viktor Frankl debió estar consciente que la probabilidad de salir con vida de esos campos de concentración era mínima, pero conservó el optimismo y la esperanza de superar esa inmensa tragedia que acabó con millones de vidas.
Haciendo referencia al caso venezolano, a pesar de la dramática situación política, económica y social que estamos atravesando, como consecuencia del peor gobierno de nuestra historia, cuyas políticas criminales destruyeron una de las economías más fuertes y prosperas de América Latina, con una hiperinflación sin precedentes en la región, los rigores de una precaria calidad de vida por la escasez e inexistencia de bienes de primera necesidad y una elevada tasa de desempleo. Todavía tenemos motivos para ser optimistas, independientemente que a lo largo de esta dura lucha contra la barbarie, muchos líderes en quienes confiamos, nos defraudaron. Sin embargo, hoy existen sobradas razones para volver a confiar y sentirse optimista.
En primer lugar, el gobierno, al no permitir la entrada de los diputados para elegir la nueva Junta Directiva de la Asamblea Nacional y simultáneamente conformar una Junta completamente irrita, fue un acto de torpeza que raya en el infantilismo y el mundo lo sabe. Este inaudito hecho le brinda una segunda oportunidad al presidente interino Juan Guaidó, pero esta oportunidad no tiene un año de plazo como la primera, sino de meses y me atrevo a pensar que se trata de semanas para que tome las medidas estratégicas y constitucionales para el cese de la usurpación, acto seguido, periodo de transición, luego elecciones libres y cerramos con la apertura del más hermoso y anhelado proceso, la reconstrucción del país.
Pero he aquí un aspecto neurálgico, para tal fin, necesitamos un gobierno tecnocrático de gente vanguardista, que cambie radicalmente el rumbo destructivo de la ideología socialista, por un modelo liberal con el diseño de políticas económicas y sociales con base en el juego de las leyes del mercado que son leyes de la vida, y el respeto de la propiedad privada a los efectos de generar la confianza a la inversión nacional y foránea. Bajo este esquema, se recuperará indudablemente el aparato productivo y se generará la mayor suma de valor agregado y riqueza nacional. Simultáneamente con estas medidas económicas, se deben ejecutar otras relacionadas con la restauración de la democracia, la institucionalidad civil y militar para garantizar el estado de derecho y la justicia social.
Alberto Barboza
Economista. Especialista en Planificación y Productividad