La cultura mesiánica en la política venezolana está arraigada en una costumbre caudillista, producto de la formación de nuestra nación, heredera del totalitarismo absolutista español, reforzada por el surgimiento de innumerables jefes militares durante la guerra de independencia y la guerra federal.
La realidad del intento por separar el gobierno de lo militar en los últimos siglos ha sido infructuoso, salvo períodos muy cortos de relativa transición de gobiernos civiles.
Esta costumbre, inserta en la vida política del venezolano, nos conduce de manera inconsciente a esperar constantemente, esa figura paterna, casi mitológica, del hombre que nos venga a rescatar de nuestra terrible realidad. El «Taita» ,el general, el comandante; libertador de nuestras desgracias. Esto pareciera parte de nuestra tragedia histórica.
Acostumbrados a la figura heroica única, que luchó y libertó varias naciones, se narra este capítulo de nuestra historia reducido al accionar de un solo hombre.
Comprendemos las diferencias de tiempo y costumbres entre aquella gesta y el tiempo actual, sin embargo el peso de esa figura histórica termina castrando el desarrollo del potencial del resto, cada quien fijando fe, esperanzas y sueños por realizar en una sola persona, cimentando todos esos anhelos en un individuo que no está exento de errores, defectos y pecados como cualquiera de nosotros.
Pero esa mezcla de historia legendaria y mítica, esperanzas, anhelos, sueños es lo que nos amarra, nos encadena a la idea del héroe nacional, que salvará a la patria y con ella nuestra propia existencia, relegando el potencial ciudadano a un segundo plano, cuando no a un simple relleno.
El Mesianismo Mítico, en nuestro país, se ha transmitido de manera ininterrumpida en varias etapas de nuestra historia, tanto de forma consciente, como de manera inconsciente. Es ese Mesianismo Mítico lo que impulsa a mantener figuras en un momento histórico, así los acontecimientos nos reflejen que su tiempo ya pasó.
Debemos comprender que la historia no se estanca, es una rueda de molino indetenible que tritura todo a su paso y cuyo resultado nos queda como enseñanzas. El comprender el cumplimiento de ciertos ciclos y entender cuáles son las capacidades de los individuos, nos hará ver claramente, el rumbo que debemos seguir en nuestra lucha por la libertad.
Nuestra realidad histórica en esta lucha es que en efecto necesitamos líderes, personas que puedan ser sometidas de manera constante al escrutinio del ojo de los ciudadanos y que a su vez demuestren sus capacidades de dirección.
Pero no queremos, ni necesitamos Mesías Míticos, insondables, inaccesibles a la comprensión de simples mortales, cuyas decisiones no deben ser cuestionadas jamás, porque equivaldría a la pérdida de la esperanza y la muerte de un sueño, esos Mesías Míticos tampoco debemos permitir que los creen quienes aún se aferran a la idea del caudillo.
Nuestro destino como nación no reposa en la figura de un solo individuo, nuestro destino está expresado en la voluntad de cada ciudadano decidido a ser libre.
La decisión de libertad de un país no lo determina un individuo, lo determina la voluntad de sus ciudadanos.