Ya es recurrente el problema del agua y recurrente sigue siendo la tradicional y estatista visión de solventarlo. Tanto rojos como no rojos, pero sí socialista, y algunos nuevos “liberales”, insisten en que el problema es de Hidrocapital y para hacer pública la denuncia, basta con tomarse una foto frente a los tantos huecos que se han convertido ya en una característica cotidiana por las calles de San Antonio de los Altos. ¿Realmente el problema es Hidrocapital?
No hay dudas, Hidrocapital tiene una gran parte de esa responsabilidad, pero la falla central yace en el modelo y en la perversa concepción de que todo derecho humano relacionado a un bien o servicio público, como el agua, ha de ser gratis y distribuido por el Estado. ¿De verdad es el Estado quien debe administrar, distribuir y ser el propietario de los recursos hídricos de la nación?
La respuesta en lo personal y apegándome a los casos de éxito, pero principalmente a los resultados de las malas prácticas es que no. El Estado no es quién ni ha de tener la obligación de ser quien nos garantice el acceso o no del agua. Por el contrario, mientras más estatizada y controlada esté el agua, más escasez habrá y menos personas tendrán acceso a tan vital recurso.
Casos exitosos cercanos son los de Chile y Argentina, particularmente Buenos Aires, tras la privatización no sólo se mejoró la distribución, sino que los sectores más vulnerables tuvieron más acceso al agua potable y la inversión en infraestructura (acueductos, tuberías, etc) aumentó 85% sólo en los suburbios más pobres. Así que el típico argumento socialista de que el privado sólo beneficia su bolsillo y destruye al pobre, queda completamente deslegitimado.
Lo mismo ocurre con el precio, según un artículo del Financial Times en 2005, en sistemas funestos de control del agua, los usuarios “usualmente compran agua de más baja calidad de vendedores locales, pagando en promedio 12 veces más que el precio del agua de las redes, y muchas veces más que eso.” Para muestra de ello en la Venezuela de hoy, ¿Cuánto cuesta una cisterna de agua? Ó ¿Cuántos viajes a El Amarillo o a la Mariposa hay que hacer para llenar tobos de agua que quizás no es 100% potable?
Difícilmente este planteamiento puede sostenerse y ser hoy denuncia por parte de los socialistas amarillos, naranjas, azules y los pseudo-liberales. Cada uno de ellos actúa en función del paradigma por el cual el Estado sabe más que usted y que yo como ciudadanos o entes privados.
El San Antonio en lo Alto que construiremos nos requiere eficientes, eficaces pero sobretodo audaces en la consolidación de las ideas que funcionan y el desecho de aquello que nos somete a la pobreza.
Economista y profesor universitario. Coordinador de Vente Los Salias y Vente Mundo
@FabioLValentini