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(Mérida. 30/05/2019) Las contradicciones en el discurso delatan al ser, que como volantinero, trata de seguir un hilo conductor en la palabra y cae al vacío. La carta pública del usurpador de la embajada de Italia muestra las grietas de un régimen narco-tirano que esta demarcado por el cinismo. Julián Isaías Rodríguez “no aguantó más” y se desbocó en la manifestación de su gran cinismo. Sí, el ex-embajador, ex-ministro y ex-fiscal muestra en su carta de renuncia la obscenidad descara de su propia mentira. La vergüenza no le cabe, pues con gran claridad afirma que es un “chulo” cuando dice: “Mi esposa acaba de vender las prendas que le regaló su ex-esposo”, un patético relato que no llega a convencer ni a un obispo.

En las primeras líneas refleja su más claro conflicto del ser, dice: “Desprovisto de alardes y con un inmenso respeto por esta batalla digna y valiente que ha librado contra el imperio declinante”. Como se observa, habla de estar “desprovisto de alardes”, pero lo que le sigue es una lluvia de consideraciones, indicando: “Su causa, es la mía […] con fe absoluta me he aferrado al chavismo […] Quiero que sepa usted, que estoy y estaré a su lado […] He querido ser un compañero leal y no un diletante”.

Como ven toda una amalgama de consideración y lealtad que reflejan un ridículo coqueteo con la figura del tirano, porque el que renuncia también se ve en el espejo y sabe lo que le espera, por eso dice: “Renuncio a mi trabajo de recaudador y me largo al infierno”, sabe de antemano el ex-fiscal que su obra en la tierra ha sido amparar, proteger y defender a genocidas y mafiosos, por lo tanto, nada bueno puede esperar.

Por otro lado, define la batalla “contra el imperio declinante”, utilizando un término que alude más al propio régimen tiránico que al imperio estadounidense; del cual paradójicamente le gusta visitar y donde ha guardado sus “ahorros”. Así lo indica: “y, como usted sabe, no tengo cuenta bancaria porque los gringos me sancionaron”. Como se ve, es un llorón a todas luces, que batalla contra el imperio, pero les gustan sus divisas.

Habla de dolor y no se detiene, aún en medio de su vejez, a reflexionar sobre el terrible dolor que durante veinte años causó al pueblo venezolano. Un dolor, exfiscal, que es tragedia en nuestra tierra y ha cobrado miles de muertos, millones de hambrientos y una diáspora que nunca se había visto en el mundo. Una tragedia de la cual usted es tan culpable como el difunto y todos los miembros de esta narco tiranía.

Ciertamente la idea de rectitud en el plano ético se desvanece en los actos de imputación a muchos inocentes, del cual como ex-fiscal usted es responsable. No señor Isaías Rodríguez (aunque la palabra señor le quede grande), usted ya no engaña ni a los más enfermos izquierdosos que sabiéndose arruinados en la miseria de un socialismo siguen ondeando la bandera de la sangre, aún a sabiendas que sus propios hijos son exterminados en sus propias narices.

Aunque usted menciona frases del cristianismo, tal vez por esa vejez enmarañada de pecados imperdonables, sé que nuestro señor Jesucristo intercederá por usted y será juzgado como corresponde.

Por último, me quiero referir a su despedida: “Con el tiempo sabremos quienes somos, y a quien nos hemos parecido, a Bolívar o a Santander”. Tal vez usted nunca llegue a saber quien sea, no creo que su ser se asemeje a Bolívar ni a Santander; tal vez su ADN se vincule más a Sila y Tiberio, quienes impúdicos destruyeron a sus compatriotas romanos, por eso, quizás el llamado de la sangre lo llevó a usurpar la embajada de Italia.

Ivonne Ruza