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(Barcelona. 02/05/2019) Pareciera ser que en uno de los diarios en que escribía desde hace bastante tiempo, me topé con el llamado “censor de las nueve”, del cual apuntaba el gran García Márquez en una de sus novelas. A esa hora llegaba el susodicho sin ser invitado. Entraba sin permiso de nadie directamente al taller de impresiones y con un marcador punta roma tachaba las notas que a él no le daba la gana de que salieran a la luz pública. Se estaba en dictadura.

Luego el “censor” salía del diario con un cigarrillo a un lado de la boca, dejando tras de sí un fuerte olor a naftalina y a goma de “cabello sucio”.

A mí por lo visto también el “censor de las nueve” me tachó mi columna en ese diario, del cual a pesar de todo quedo infinitamente agradecido, contra el cual no va mi especie de “reciprocidad”, cuando digo, “si no se me acepta yo tampoco acepto”. Porque además, “no por nada amanece más temprano”.

Sudan, por no mencionar a Argelia, menos reciente, es el país que está aún en los labios del mundo entero, más de dos millones de ciudadanos decidieron ponerle fin a la dictadura de Omar al Bashir. Rodearon el palacio durante cinco días consecutivos (y aún vigilan por el resto de reclamos), y no se retiraron hasta que el dictador  se marchó. Un tanto antes, se resquebrajaron los mandos militares y policiales, los cuales en estos casos generalmente son los últimos que abandonan al dictador, porque no pude ser antes, como lo sugieren o piensan “los básicos, simplones o elementales de la política”.

De modo que primero se aglomeró el pueblo, que es el sufrido principal, en miles y luego en millones y se trazaron una ruta valiente y determinante para marchar a o sobre el palacio. Después visto y sucedido todo lo concerniente, es decir, antes y durante el plantón de la marcha, fue cuando se rompió definitivamente la cadena de mando que desconoció al dictador, no antes -repito-.Y por supuesto no le quedó otra opción racional a los militares y policías que desconocer también a la dictador y ponerse al lado del pueblo y de las mayorías enardecidas que exigían Cambio político y no estaban dispuestos a echarse para atrás. Sencillamente ello fue lo que ocurrió en Sudan. Sólo los necios e imbéciles colocan los caballos detrás de las carretas, a ver si un viento guapo las lleva a destino. Necios que preguntan:”¿y los muertos?”.

!Qué muertos ni qué nada! Muertos de pendejadas están ustedes.

Eleazar Contreras