Desde hace bastante tiempo, los voceros de los gremios agro-productivos han venido alertando al país sobre la grave situación de la ganadería y la agricultura. Las estadísticas indican que desde el año 2001, cuando se promulgó la nefasta ley de tierras, la producción nacional de alimentos ha venido cayendo paulatinamente, llegando a niveles realmente peligrosos y delicados. En 18 años ha retrocedido 80 %.
No sólo la ley de tierras es la culpable de esta debacle. Las invasiones a fincas, la inseguridad personal, la confiscación de empresas agroindustriales, la regulación de precios, el control de cambio, el terror agrario, las exageradas importaciones de alimentos, la corrupción, la designación de ministros incapaces y corruptos, entre otros factores, han convertido a Venezuela en un país desolado, sin producción, dependiente y a punto de sufrir una situación de hambruna.
Así como está el sector agropecuario, se encuentra toda Venezuela. Y ante esta realidad, la población cansada de la crisis que está viviendo, reclama un cambio que permita un nuevo rumbo y la oportunidad de iniciar la reconstrucción del país. El cambio que la población exige significa la implantación de un nuevo modelo económico y político, que garantice que no volveremos a caer en la senda y en los brazos del socialismo y del comunismo. La reconstrucción de Venezuela significa la implantación de un modelo exitoso, aplicado y comprobado en países que han logrado superar graves crisis y han alcanzado desarrollos del primer mundo. Un nuevo modelo que permita conseguir el crecimiento económico y el bienestar que necesitamos, que promueva la riqueza y que erradique la pobreza que ha dejado el modelo socialista.
Se necesita la implantación de un modelo de producción liberal, que administre los fondos públicos con disciplina rígida, donde impere la libertad económica y donde el Estado deje la producción y el comercio en manos privadas, dedicándose exclusivamente a la educación, salud, seguridad social, infraestructura, administración de justicia, seguridad personal y defensa del territorio. Un sistema como el que permitió la recuperación de Alemania después de la segunda guerra mundial, la recuperación de España después de la guerra civil de 1936-39, el despegue de Chile después de 1982 o la recuperación de Inglaterra gracias a las reformas liberales impuestas por Margaret Thatcher (1979-90).
Un modelo que respete la vida, la propiedad privada, la libre iniciativa, que garantice el estado de derecho, que potencie nuestras fuerzas individuales de crear y producir y se sustente en un estado muy pequeño, que no intervenga en la actividad económica y esté bien alejado del socialismo implantado en Venezuela desde 1958, nos dará una gran oportunidad para crecer y encaminarnos hacia el desarrollo. Con un modelo así, el sector agropecuario podría consolidarse y alcanzar la tan ansiada soberanía alimentaria y el autoabastecimiento, que todos los gobiernos han ofrecido. Sería una nueva oportunidad, no sólo para el sector agropecuario, sino para Venezuela y los venezolanos. Esa oportunidad la tenemos enfrente y depende de nosotros tomarla o descartarla.