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Vivimos un mes de marzo agotador, apagón tras apagón ha sido en 80% todo lo que nos ha afectado este mes. Sin hablar de la inflación, devaluación, delincuencia, falta de medicinas, falta de agua y la inestabilidad emocional, que es lo que más nos afecta. Desde aquel jueves 7 de marzo hemos venido desarrollando y perfeccionando las prácticas para adaptarnos y superar, sin complicación alguna, todas las dificultades que esta nueva ola de apagones nos ha propiciado. Hemos aprendido prácticas básicas de campismo como lo son: conservación de alimento; realización de fuentes que nos proporcionen luminosidad; y métodos de búsqueda y obtención de agua.

Para muchos han sido largos y estresantes días, para otros, apegándose a la idiosincrasia del venezolano, se han convertido en días de convivencia social insuperables. Lo que más resalta entre ambas vertientes es que, sin duda, la esperanza es algo que ni Maduro nos puede quitar. “La esperanza nació para no morir” dijo Guaidó alguna vez en su discurso y esto sigue vigente incluso después de tanto.

Dentro de la tiranía, quienes ahora usurpan el poder semántico que ellos mismo se otorgan, se juega al desgaste y al desánimo para separar y apagar todos esos indicios de esperanzas que puedan traer consigo grandes cambios a nivel político y social en nuestro país. Ya el discurso repetitivo e intolerante del enemigo interno y externo, conspirando y atentando en contra del pueblo desprotegido, no les funciona para justificar su incapacidad, ineptitud y evidente corrupción en los temas de políticas sociales para el bienestar del ciudadano común. Convirtiéndose éste último en causante de burlas y chistes en redes sociales y temas de conversación muy jocosos en tiempo duros de afrontar.

No cabe duda de que la esperanza siempre estará presente en el día a día del venezolano, porque al final ¿hasta dónde podemos llegar? ¿Qué más son capaces de intentar hacernos? Venezuela está llena de gente esperanzada y esperanzadora, esto es más que evidente cuando el día de ayer, domingo 31 de marzo, en las zonas de Caracas con las que más apoyo alguna vez contó la revolución bolivariana, salieron a protestar por falta de electricidad y agua. Pasándole factura y recordatorio: “Ustedes están ahí por nosotros y trabajan para nosotros. Son simples servidores. Hagan sus funciones. Queremos luz y agua”.

Cada día que pasa es más evidente que el venezolano está decidido a cambiar este modelo, que venció hace tiempo, pero que un pequeño grupo se resiste a aceptar una realidad que es insostenible. Sin duda alguna, la esperanza es lo único que Maduro no puede apagar.