(Miranda. 28/03/2019) Un domingo del año 2010, gracias a María Corina Machado visitamos a la Juez María Lourdes Afiuni quien, en diciembre del 2009 fue acusada de un delito no cometido. Cuando alguien del Penal me preguntó: ¿De qué la acusan? Respondí: ¡Pues será de un crimen político!
Luego de dos interminables horas de cola, acompañadas por María Corina, y familiares de los reclusos que iban cargados de bolsas de comida, agua, ropa, colchones y casi que toda su casa, unos funcionarios requisaron todo! Inmediatamente, lo que para algunos era normal, a otras nos resultó indigno, nos estamparon en el brazo un número consecutivo a la cola, y un sello que indicaba el nombre del penal. Yo fui la número 316.
Pasamos a un cuartico donde nos exigieron bajarnos la ropa interior, agacharnos 3 veces y subirnos la camisa en frente de las carceleras y nuestras compañeras. Vencidos los obstáculos, conocimos a la Juez Afiuni, quien nos inspiró tranquilidad, mucha fortaleza y un gran desprendimiento. A la pregunta sobre ¿cómo te podemos ayudar? Respondió: ¡Ayuden al Penal!
Su pequeño cuarto, sin luz natural, rodeado de peligro, pues en los cuartos contiguos conviven 18 mujeres a las cuales, María de Lourdes, en su carácter de Juez, ha imputado.
No sentí miedo, aun cuando estábamos junto a algunas mujeres delincuentes. Sentí compasión, pues la dignidad del ser humano es primordial. Ellas, ante todo, deben cumplir su condena, pero tienen derecho a rectificar y a evolucionar. Dudo que en un espacio donde la capacidad es para 250 mujeres, 640 reclusas hacinadas puedan lograrlo.
En nombre de la justicia para conmigo no puedo exponer mi vida imprudentemente, y no puedo dejar de curarme las enfermedades, ni permitir que me arrebaten mis bienes, mis derechos, mis ideas, mi libertad, mi propia vida. Pieper,J. Pág.17.