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Venezuela tiene semana y media sumida en un caos que lo originó la crisis eléctrica más grave que ha vivido la historia de nuestro país. Más de 100 horas sin energía eléctrica se registraron en varios estados, el colapso de los hospitales fue inminente, las pérdidas que hubo con respecto a alimentos y comercios saqueados fueron multimillonarias, desespero, caos y terror, fue lo que vivió la población venezolana por lo menos durante una semana.

El colapso fue advertido en innumerables ocasiones durante el 2018, se parecía a lo que los venezolanos vivimos, pero una cosa es discutirlo, advertirlo e inclusive denunciarlo y otra muy distinta es encarnarlo. Hoy hemos visto la cara más cruda del Estado fallido, la del Estado que no controla su territorio y que lo ocupan grupos paramilitares y terroristas en donde ni los mismos cuerpos de seguridad pueden estar, la del Estado que no garantiza servicios básicos para desarrollar una vida mínima, la del Estado que no brinda reconocimiento y confianza para establecer relaciones internacionales con las democracias de Occidente.

Pero a todo este diagnóstico se le suma el socialismo. En Venezuela, el paquete socialista definitivamente se aplicó a la perfección: Expropiación y vulneración de la propiedad privada, estatización de las empresas básicas y de las productoras de alimentos, aumento del gasto público con fines populistas y sin marcos de legislación y controlaría claros, controles a la vida de los ciudadanos. El Estado fallido es, definitivamente una consecuencia de que el socialismo tomara el poder, y a esto se le suman pretensiones totalitarias que se aferraron a la idea del “como sea” y hoy le hipotecaron el país a Rusia, China, el ELN, las FARC, Hezbolá y al narcotráfico internacional. Por ello, el caso venezolano es tan complejo, no se trata sólo de tomar el poder por la vía tradicional, consiste en una operación que desmonte toda una lógica criminal y delincuencial de la que el chavismo forma parte y no tiene cómo zafarse.

De esta forma, resulta inverosímil creer que políticos declaren en entrevistas que “Este gobierno contempla una práctica económica absolutamente de derecha” NO. Y me refiero directamente a Miguel Pizarro, No Miguel, es absurdo decir que los países con libertad económica, o “de derecha” “sólo poseen plata quienes tienen una estructura financiera” definitivamente, no. En estos momentos el país nos demanda una unidad de criterios inmensa, unidad que se estableció en torno a la ruta del coraje que decidió asumir el Presidente (E) Juan Guaidó, pero más allá de ello, creo que es necesario no abandonar el debate ideológico y no dejar pasar declaraciones como estas que son caldo de cultivo para futuros gobiernos con pretensiones zurdas que busquen tomar el poder de forma democrática en Venezuela y luego busquen vulnerarla a ella. En Venezuela hemos dicho ¡NUNCA MAS!

En los países con verdadera libertad económica, los ciudadanos tenemos una cartera de oportunidades para elegir qué queremos ser y cómo lo queremos hacer, y dependerá de nuestro esfuerzo y nuestro trabajo la superación personal y profesional a la cual aspiramos. Venezuela es un país trabajador, que vivió la humillación de las 12 horas de cola por una bolsa de comida que afecta al organismo, por ello ya no queremos que nos igualen, queremos oportunidades para progresar, para demostrar quiénes somos, y sí, para reinsertar a la vida cotidiana a todas esas personas que el socialismo empobreció hasta dejarlas literalmente en el hueso, pero no con un Estado inmenso y un gasto público desmedido, con planes que busquen atacar los problemas de raíz y que el fin de su ejecución significa la erradicación del problema.

Hoy vivimos en esta etapa final, la de finalizar el capítulo escrito con tinta roja y comenzar el que se escribe con tinta tricolor. No podemos olvidar, bajo ninguna circunstancia por qué hoy estamos aquí y quienes son los que usurpan el poder. El 187 numeral 11 constitucional coge cada vez más forma y más apoyo, como se lo he hecho saber al señor presidente encargado de la república, si todas las opciones están sobre la mesa, entonces hagamos todo lo jurídica y constitucionalmente posible para que en efecto todas las opciones entren en juego, lo demás, es letra muerta.