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(Caracas. 06/02/2019) Parece mentira, pero pasaron 20 años. Son dos décadas que se resumen en la peor tragedia para un país que teniéndolo todo, terminó en la nada. Ese es el resultado del chavismo 20 años después: destrucción. Pero, paradójicamente, 20 años después, estamos frente a una oportunidad histórica sin precedentes: la de ser libres, por fin.

Lo primero que hay que decir es que el chavismo, como lo conocemos, dejó de existir en estos días recientes. Maduro, su fiel hijo, siguió al pie de la letra el guion, aunque sin dinero, pero con la misma intención. Lo que Chávez hizo con dinero, Maduro lo remató con hambre, pero es el mismo modelo, son las mismas consecuencias, es la misma desgracia.

Yo apenas tenía 8 años cuando el chavismo llegó al poder. Sólo he vivido en él: estudié, me gradué y he trabado bajo sus reglas de miseria. Pero también opté por luchar, por no irme, por no rendirme, por no darles el gusto.

Aunque suene egoísta, en realidad lo hago así en nombre de quienes, por una razón u otra, no pudieron, ya sea porque una bala acabó con sus sueños o un avión los alejó de cumplirlos en su tierra.

20 años después hay que reconocer y honrar la valentía y el coraje de una sociedad que, golpe tras golpe recibido, no se ha rendido. Hemos aprendido mucho, pero siempre con la convicción de luchar. Dos décadas después, hay que rendirle homenaje a cada pito, a cada consigna, a cada bandera, a cada paso y kilómetro recorrido en la lucha. También hay que honrar a quienes se fueron esperando esa libertad que, pareciera, se aproxima.

20 años después corresponde honrar a cada víctima, porque todos lo hemos sido en mayor o menor medida: despedidas, fracturas familiares, expropiaciones, persecución, represión. No puedo dejar de pensar en Franklin Brito, quien dio su vida por el derecho a la propiedad, y tantos otros que, sin saberlo, hoy son héroes y tienen su lugar en la historia.

El chavismo nos hizo ser una gran comunidad de víctimas. Víctimas del odio, del resentimiento y de un proyecto que se propuso borrar cualquier vestigio de autonomía e independencia del individuo y de la familia. Eso es el chavismo.

Cada muerte, cada persona hambrienta, cada pobre. Cada enfermo, cada bebé que no supo lo que era vivir, cada suicidio, todo, absolutamente todo, tiene un responsable llamado chavismo, que no lo hizo mal por ineficiencia, sino por convicción e intención.

Estos 20 años de chavismo nos dejan enormes lecciones. El recuerdo y la memoria deben ser parte de nuestro día a día. Debe haber monumentos por todas partes, museos por doquier. Este dolor que como sociedad hemos sentido hasta el alma, debe estar presente en cada rincón donde el chavismo puso su huella, para recordar que más nunca deberán tocar el poder.

No es resentimiento, es justicia. Sólo ella nos dará la paz, pero sin impunidad y sin falsos arrepentimientos.

Estamos frente a una oportunidad única, la más exigente y quizás la última: es el último boleto para la libertad. Tardó 20 años en llegar –por muchas razones-, pero está aquí. Es nuestro momento de hacer todo a nuestro alcance para tener éxito en nuestra misión más importante en este momento: volver a ser un país.

20 años después, huele a libertad.

@Urruchurtu