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El éxodo venezolano nos ha ganado un espacio en la política internacional, ha puesto en evidencia la crisis que vivimos y el drama de los ciudadanos que deben emigrar para sobrevivir, atravesando fronteras a pie, exponiéndose a los peligros de la intemperie y quedando a merced de los funcionarios de una fuerza armada degradada en su propósito, acción y principios.

Cada venezolano en el mundo es un embajador de nuestra cultura, de lo que somos como ciudadanos, una muestra de esa Venezuela que hemos dejado de ser de a poco, la que han querido arrebatarnos. Miles de jóvenes y adultos hoy han tenido que adaptarse a otros climas, a otros idiomas y a otras dinámicas de vida, otros miles de venezolanos han nacido o muerto fuera de su país, con ese sentimiento de que algo falta, de estar prestado, de agradecer la acogida de otros pero con las ganas de regresar a lo nuestro.

Esto nos engrandece como país. Lejos de apartarnos de lo que fuimos y somos, Venezuela estuvo a la cabeza de las transformaciones sociales en nuestra región, dio un paso adelante con la democracia mientras otras naciones padecían tiranías, recibió inmigrantes que nos ayudaron a construir el país que teníamos, avanzó hacia la globalización y el desarrollo de sus ciudadanos y hoy, tras los últimos 20 años de una tragedia socialista que nos ha estancado y retrocedido, estamos frente a la oportunidad –pero también frente a la necesidad- de corregir el rumbo, de retomar la ruta del desarrollo, la libertad y la prosperidad.

Cada venezolano que emigró y se formó en una nación distinta a esta, se ha convertido en la mejor referencia de nuestro país, pero también en el potencial más fuerte para recuperarlo. El mundo sigue avanzando a un ritmo que nos ha sido ajeno, y esos ciudadanos que hoy han decidido salir y prepararse, están listos y dispuestos a volver, trayendo consigo todo cuanto han aprendido para llevar al país lo más rápido posible, al desarrollo.

Cada quien ha decidido desde dónde aportar en esa construcción; desde sus talentos, conocimientos y capacidades, actuando desde su individualidad o desde la suma de varias individualidades, y hoy, rodeado de tantos valientes y determinados ciudadanos, estoy convencido: hemos avanzado en la recuperación de Venezuela, y pronto, cuando hayamos superado la tragedia y vivamos la etapa apasionante de construir, podremos hacerlo correctamente, con la base en los valores, en llevar una gestión de transparencia y honestidad, impedir que los males conocidos se interpongan de nuevo, e impulsar a los ciudadanos a tomar las riendas. En palabras de Carlos Leáñez: tomar el poder para diluirlo.

La crisis que hoy vivimos terminó por derrumbar las fronteras, hoy todos conocen a algún venezolano, en cada rincón del mundo hay un ciudadano nuestro aprendiendo, y de cada lugar regresarán para reconstruir juntos, recuperar el tiempo, retomar el ritmo al que el mundo se mueve en cada aspecto, y aplicar las técnicas más avanzadas incluso de gestión de gobierno. Es nuestra tarea evitar que nos encierren, debemos mantener a Venezuela así, sin esas fronteras.

Leonel Colina (@leonelcolina).