Esta realidad es el pan de cada día de los venezolanos marcados por la falta de un gobierno que esté comprometido con el crecimiento del pueblo. La aguda crisis ha escrito un sinfín de páginas cargadas de historias que reflejan la indolencia de los gobernantes de turno, quienes convirtieron la desesperanza, el llanto, el dolor, la tristeza y hasta el estrés en una moda nacional que a pasos agigantados se convirtieron en cotidianidad.
Según relata el testimonio del dirigente juvenil de Vente Venezuela, Orlando Moreno, quien debe viajar de lunes a viernes a Maturín a cumplir con sus obligaciones laborales, pero su corazón se detiene por un segundo con solo pensar que debe llegar al terminal para aventurar un pasaje, situación que transforma el panorama como si fuese el último viaje de su vida. “Para poderme ir el lunes temprano en autobús debo comprar pasaje el domingo. Obviamente, debo levantarme muy temprano para hacer la cola y comprar pasaje a un bajo precio”, describió.
Su aventura continúa: “Iba con un amigo, pero Dios es muy grande. Puse mi alarma a sonar a las 3:30 am. y jamás sonó. No me pude levantar. Alrededor de las 5:00 am. recibo una desgarradora noticia que habían asesinado a un señor que iba con su esposa caminando por el mismo sitio que yo transitaría para llegar al terminal de pasajeros. La infortunada pareja tenía el mismo objetivo que yo, comprar pasaje para poder viajar».
Moreno enfatiza que los delincuentes se trasladaban a bordo de una motocicleta y los interceptaron revisaron y al notar que no tenían nada de valor le propinaron un disparo en la cabeza al hombre, dejándolo sin vida en el sitio. «Al enterarme de esa noticia no pude seguir durmiendo. Pensando que tal vez pude haber sido yo”, agrega.
La historia del dirigente afirma la vieja tesis que indica que de una u otra manera moriremos en este país o por protestar, por falta de medicinas, hambre o debido a la inseguridad desatada que al momento de operar no pregunta si es chavista u opositor, simplemente apaga la vida de un inocente y enluta una nueva familia venezolana que paga las consecuencias de vivir bajo la sombra del régimen de Nicolás Maduro.
Viajar: El nuevo viacrucis de los venezolanos
La anarquía que vive Venezuela nos ha sumergido en un mar de problemas, que poco a poco va terminando con la cultura criolla y enlutando a miles de familias que pierden a sus seres queridos durante la lucha por sobrevivir en la dictadura que se ha impuesto en los últimos tiempos en los pueblos de América Latina.
El régimen chavista y ahora madurista acabó con una de las economías más importantes del mundo, también destrozó el sistema cambiario y la soberanía alimentaria, generando una abrupta desestabilización nacional que afectó psicológicamente a las familias porque tenían un futuro incierto y ya sus hijos no podrían crecer en el país de las oportunidades como se le conocía en el exterior para la década de los 60.
La idiosincrasia del venezolano se fracturó, el sentido patrio dejó de cobrar fuerza porque millones de criollos se vieron obligados a emigrar a tierras que aún no inician su proceso de desarrollo, por temor a morir de hambre o de ver a sus parientes cerrar los ojos para siempre en la cama de un hospital por falta de medicamentos y de personal calificado para asistirlos porque el universo de profesionales de la salud también hicieron sus maletas y se marcharon a naciones totalmente desconocidas, pero que en esta ocasión representan una gran alternativa para surgir en medio de la miseria que sembró este régimen.
¿El régimen apagó la luz de la esperanza?
Los chavistas pasaron como un río crecido, llevándose todo lo que conseguían a su paso, incluso cargando con la felicidad y la esperanza de un pueblo que hoy pide a gritos renacer de las cenizas para seguir apostando por la tierra que los vio nacer.
Las cosas que llevan el sello “Socialismo” están condenadas al fracaso porque representan un nuevo golpe a la ciudadanía que sigue padeciendo del mal gobierno que nos tocó vivir, justo cuando la nación se enrumbaba al crecimiento y se convertía en referencia mundial.
Las penurias que vive el venezolano alcanzan hasta los sistema de viajes aéreos, marítimos y terrestres, que anteriormente representaba un privilegio nacional por contar con una extensa flota vehicular, aerolíneas nacionales e internacionales que ofrecían paquetes muy económicos porque tenían mucha competencia, sin embargo esa maravilla también cayó en la jaula chavista destruyendo la ilusión de viajar que era una de las pocas alegrías que nos quedaban.
Ahora los pasajeros, principalmente los que viven en zonas rurales, deben pasar las de Caín para poder trasladarse a municipios vecinos o a otro estado. Viviendo las 14 estaciones del viacrucis, los venezolanos nos arriesgamos a viajar.
Salimos de sus casas en la madrugada, exponiéndose a la inclemente inseguridad, para llegar a los terminales o aeropuertos donde hacer kilométricas colas para conseguir un pasaje o pagar el doble del precio establecido para abordar una unidad y llegar a sus destinos.
Los viajeros solo con la compañía de Dios esperan durante horas para conseguir el cupo en el autobús o avión para viajar, cuyos viajes en su mayoría son por problemas de salud o compromisos laborales, porque también la familia debió entender que no podemos compartir con ellos como se debe producto de la incesante crisis venezolana.
La anarquía nacional se ve hasta en las casillas donde venden los boletos de viaje, porque los funcionarios cambian el costo del pasaje al ritmo del aire y lo tipifican si lo cancelan de forma electrónica.