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Si algo ha caracterizado a todas las dictaduras del mundo es el hecho de las violaciones al derecho de los ciudadanos a la libertad de expresión e información. Venezuela no es la excepción. Desde que Hugo Chávez llegó al poder, han sido incontables los ataques a medios de comunicación, así como a periodistas por el simple hecho de cumplir con el deber de informar al ciudadano.

El Instituto de Prensa y Sociedad de Venezuela (IPYS-Venezuela) registró 1087 violaciones a la libertad de expresión solo en 2017, de las cuales 539 ocurrieron durante las manifestaciones contra el régimen que se dieron entre abril y julio.

La Constitución contempla el derecho a la información veraz, oportuna, imparcial y sin censura en su artículo 58, así como también en el 57 contempla el derecho a la libre expresión. Sin embargo, a lo largo de los últimos veinte años se ha visto cómo de forma continua se amedrenta, atropella, atosiga y asfixia a los medios. Desde la negativa de divisas para comprar papel para un periódico, hasta procedimientos administrativos por mostrar una realidad que en ningún otro lado se muestra; desde retener por días u horas a un periodista por cubrir un evento que al régimen no le favorece, hasta reporteros heridos por bombas y perdigones. Todo esto, sin contar las innumerables agresiones por parte de grupos paramilitares a quienes cumplen con el deber de informar.

Los medios radioeléctricos tradicionales que en otrora ya se habían rebelado contra el régimen, durante los últimos años se han autocensurado de una manera tal que mientras el régimen mata manifestantes, mientras la gente protesta por hambre, ellos transmiten el programa de variedades con los chismes de farándula como si viviéramos en un país normal, como si nada importante estuviera sucediendo. ¿Dónde está esa gallardía del 2002?

Para alcanzar el objetivo de liberar al país es fundamental también el papel de los medios de comunicación y de periodistas que actúen con ética y vocación, pues ellos también son víctimas de este sistema, no solo en el tema social, sino también en el ámbito profesional puesto que su trabajo está siendo limitado a transmitir solo lo que le conviene a quienes están apoltronados en Miraflores.

Solo algunos periodistas se han refugiado en las redes sociales o en los medios digitales para vencer el cerco de la censura y que, a pesar de las agresiones y el amedrentamiento, luchan día a día por mantener al país informado con la mayor veracidad posible y de la manera más oportuna. Vaya para ellos una ovación de pie por tan destacada labor. Sin embargo, estos no tienen el mismo alcance que podría tener un canal de TV o una estación de radio.

Es momento de gritar, es hora de que el hambre censurada se difunda, es momento de que la sangre derramada en nuestras calles se vea, es hora de que los abusos se denuncien. Callarse es ser cómplice, cómplice de la matanza del genocidio, de la mengua y de la muerte de hombres, mujeres y niños.

Es hora de perder el miedo, es hora de no callarse, es hora de rebelarse contra la censura y mostrarle al ciudadano la verdad. El llamado es a los medios a vencer el miedo, a romper las barreras, a cumplir con su deber, Venezuela tiene derecho a informarse. Es hora de gritar, pues el gritar la verdad nos hará libres.

Marcos Aponte

@M_Aponte09