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Opinión

Estatolatría: Falsa religión del siglo XXI – Por Thomas Chacón

By 12 marzo, 2018No Comments
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De acuerdo con el numeral 2113 del Catecismo de la Iglesia Católica, una idolatría se da al divinizar algo distinto a Dios: “Trátese de dioses o de demonios (por ejemplo, el satanismo), de poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero, etc”. Este punto de vista se ajusta con el planteamiento del economista Ludwig von Mises al identificar, en su clásico libro “Acción Humana”, como “falsas religiones modernas al socialismo, la estatolatría y el nacionalismo”; y esto armoniza con el juicio de la Segunda Encíclica de Benedicto XVI en relación a las falsas religiones causadas en el “afán del poder y riqueza” obtenido mediante el dominio a los demás.

En relación con esas implicaciones, la idolatría conduce a la sumisión, a no ser dueño de sí mismo y por ello a la pérdida de la concepción de libertad. A lo largo de la historia podemos observar varias idolatrías hacia quien gobierna como las tenidas a: la horda de la época paleolítica para protegerse de los agresores del medio, el clan por la seguridad que daba el considerarse de un ancestro común, la tribu por la unión de un antepasado real o mítico, a la religión, al Faraón de Egipto, al becerro de oro, al Estado, al Rey, a la suerte, a la superstición, la razón, la polis, etcétera.

Según Mises, “los adoradores del Estado proclaman la bondad de una cierta organización estatal” y por ser adoradores no tienen cabida para el raciocinio sino para una profesión de fe hacia un Estado proveedor. En consecuencia, para Mises, “la filosofía social estatista ocasiona que la institución tenga “explicación teológica, porque el Estado toma el lugar que los teólogos asignan a Dios”. De esta manera, el líder del Estado se convierte en director supremo “designado por la gracia divina que se derrama sobre ellos. Posee fuerza y facultades sobrenaturales que lo elevan por encima de los demás mortales. Rebelarse contra él sería no sólo atentar contra el orden terreno, sino infringir, a la vez, las leyes divinas y eternas”.

Por la razón expuesta, Mises sostiene que cuando las personas buscan todas las soluciones en el Estado se origina “la religión de la autodivinización”; donde a través del Estado, el Pueblo, la Sociedad o la Humanidad se esconde la voluntad del líder, a quien se considera un ídolo con atributos otorgados por los teólogos a Dios; como que es “infinitamente bueno, omnipotente, omnipresente y eterno; y el único ser perfecto en este imperfecto mundo”

De igual manera, la visión de Estado, sin idolatría, de Benedicto XVI planteado en el Parlamento Alemán y en el Parlamento Británico corresponde con uno garante de la Paz Social si se cumplen lo establecido por David Hume de estabilidad en la posesión, transferencia por consentimiento y cumplimiento de las promesas.

Empero, en la Doctrina Social de la Iglesia, y dentro del Magisterio de Benedicto XVI el significado político de la Iglesia reside en mostrar los límites entre lo político y lo que no debe serlo (lo cual incluye lo teológico). Es así como Benedicto XVI en la Encíclica Spe Salvi sostiene que no se puede confundir al Mesías con un político; porque “Jesus no era Espartaco, no era un combatiente por una liberación política como Barrabás o Bar-Kokebá”.

Es así como la idea del Papa compagina completamente con Channing William Ellery en cuanto a que la tarea del gobernante no es otorgar felicidad, sino dar a la gente la oportunidad de conseguir la felicidad por sí mismos”.

En conclusión, para no caer en Estatolatría, se hace propicio la necesidad de una catequesis y diálogo interreligioso que involucre que: “…la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y una expansión de la personalidad de los individuos, que los haga dueños de una voluntad y un pensamiento auténticamente propios”; tal como lo manifiesta el psicólogo Erich Fromm en su libro “El Miedo a la Libertad”