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El hambre de libertad no se siente en el estómago como en otras clases de hambre.

El hambre de la libertad palpita en nuestros corazones, en nuestra alma, en nuestros anhelos de ciudadanos y de hombres libres.

La libertad que añoramos radica en el libre y llano ejercicio de nuestros sueños, en la satisfacción de nuestras necesidades, asumiendo a cabalidad los retos, responsabilidades y deberes que la libertad conlleva intrínseca.

La libertad, de la cual tenemos hambre, radica en el ejercicio amplio y sincero de nuestras capacidades, donde el limitante sea la fuerza, el ímpetu y las ganas de cada quien le ponga en la persecución de las metas individuales.

La libertad que la ciudadanía venezolana  desea, es aquella que fue arrebatada por un régimen que a través de controles, disposiciones y ataduras seudo-legales han interpuesto para el estancamiento social, político, económico y personal de los venezolanos.

Hoy carecemos de la libertad de comer lo que queremos. Carecemos de la libertad de opinar o de estar bien informados, sufrimos del desabastecimiento de seguridad, tranquilidad y desarrollo individual y como nación.

Por esta causa es que tenemos hambre de libertad.

Esa hambre libertaria sólo se calma con  un cambio pacífico, democrático, constitucional, pero a la vez firme, decidido y en la calle.

Tenemos que librar, todos aquellos que amamos la democracia liberal, la batalla por la liberación nacional, por ende, la calle debe ser vista como instrumento único para la consolidación de una sociedad realmente plural, dinámica y de verdadero progreso.

El hambre de libertad se siente en los cerros de Caracas, en la zona Alta de Puerto La Cruz, en los campos merideños, en las llanuras de Apure. Se palpa en los sectores medios de nuestra sociedad, se evidencia entre los ancianos, adultos contemporáneos y sobre todo, de esto no me cabe la menor duda, se vive intensamente entre la juventud venezolana.

Esta hambre que lacera el alma de los hombres libres tiene un único camino para ser satisfecha, y esa vía es la presión ciudadana, es la manifestación clara y diáfana de la expresión de cada uno de nosotros ejerciendo el derecho que nos da la Constitución y nuestra simple concepción de ciudadanos de la república.

Así como los “padres fundadores” de la nación salieron lanzas al ristre a defender el sueño de libertad que latía en su pecho, ahora los venezolanos de hoy saldremos con nuestras banderas con un grito de: ¡Libertad! en la punta de los labios para reconquistar los derechos que nos ha arrebatado un régimen de oprobio e indignidad.

Es el momento de evidenciar cívicamente que somos libres y que ninguna rectora de un organismo electoral, ni mucho menos un magistrado de nombramiento dudoso, nos puede quitar o podrá usurpar el derecho que solamente asiste a todos los venezolanos.

No basta con decir que queremos la libertad, tenemos la obligación moral, republicana, civil e histórica de luchar por esa libertad que nos urge reconquistar como nación.

@wcaballerolopez