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Ante cada nuevo atropello, su silencio es más estruendoso

Como era predecible, el país está entrando de manera acelerada en el modo electoral. Tanto el gobierno como la MUD hacen todo lo posible para que el foco de una sociedad golpeada por la realidad se fije en el próximo 6 de diciembre: eso es mejor que enfrentar un contexto ocasionado por los primeros y que los otros no saben como solucionar. Pero pareciera que también es solo “correr la arruga”.

El problema es que la tragedia en la que estamos inmersos no se deja distraer por “fiestas electorales” y acelera su destrucción cada día. La ficción que el gobierno pretendió vendernos ya no se la creen ni ellos mismos. Antes mentían muy bien porque estaban convencidos de lo que decían, pero hoy ni siquiera eso logran. Hablar de una moneda “fuerte”, de una patria “digna”, de un país “seguro”, de un dólar “a 6,30” o de una sociedad “feliz” ya no es más que burlarse de la sensatez de las personas, incluso de aquellas que aún se hacen llamar chavistas más por nostalgia que por convicción.

A todo esto se suma la quiebra moral de una sociedad que ha perdido todos sus valores. Hechos como el reciente caso del descuartizador no pueden ser vistos como algo aislado, son síntomas de una enfermedad muy grave que compromete la vida de la república. Es inaudito que la discusión en este tema se haya centrado en la orientación política del asesino y no en lo que hizo. No es normal el nivel de depravada violencia que llena hoy los titulares de las noticias en el país y es preocupante que se naturalicen hechos como éste o como el creciente número de linchamientos que también se han reportado en los últimos meses.

Otra gran preocupación es que mientras de un lado niegan la crisis, del otro prometen una solución que tampoco parece ser tal. Es absolutamente irresponsable que un sector de la oposición prometa que con una victoria en las elecciones parlamentarias se solucionarán problemas tan profundos como la escasez, la inflación, o la inseguridad. ¿Cómo pueden ciertos factores ser tan imprudentes y ofrecer soluciones mágicas cuando saben que en realidad la causa de todo esto es un modelo que colapsa y cuya solución es mucho más compleja que una victoria en la Asamblea Nacional?

Mientras tanto, el gobierno sigue profundizando la crisis local e incluso internacional, declarando estado de excepción por 60 días en cinco municipios del estado Táchira y el cierre de frontera con Colombia, intentando desviar la atención de los verdaderos problemas de los ciudadanos a un conflicto forzado con el país vecino, que el mismo presidente Santos calificó de “injustificado”.

Podemos asumir que en los próximos meses el deterioro seguirá su indetenible marcha. De cara a las parlamentarias, como el expresidente español Felipe González acertadamente advierte en un artículo publicado el pasado viernes en El País de España, “la esencia de la democracia está en que la derrota —de quien decida el pueblo soberano— es aceptable, porque se dan las razonables condiciones de igualdad para competir. La democracia se legítima en origen por el voto de los ciudadanos, como la condición necesaria, pero no suficiente”.

Unas elecciones tan determinantes como las del próximo 6 de diciembre no se puede considerar en igualdad de condiciones si se realizan con presos políticos, sin observación internacional y prohibiendo la participación de ciudadanos al inhabilitarlos.

Sin embargo, todo parece indicar que en esas condiciones se llevarán a cabo. Los únicos que pueden denunciarlas e incluso no aceptarlas son quienes hoy dirigen la MUD, pero ante cada nuevo atropello, su silencio es más estruendoso.

¿Y entonces?

Twitter: @MiguelVelarde