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Tras más de cien días de protestas antigubernamentales en Caracas, nadie podía imaginar que se consiguiera “enfriar” la calle con algo distinto a la salida del régimen de Maduro del poder; los venezolanos seguían firmes en la calle, el chavismo se desmoronaba a la vista de todos, la comunidad internacional comenzaba a actuar y la Fuerza Armada Nacional se veía más dividida cada día.

Para los opositores, no era ajena la traición de sus propios líderes, ya había sucedido en 2014 con aquel circo dantesco, cuya carpa fue instalada en Miraflores junto a los detractores de “La salida” que había sido convocada por María Corina Machado, Antonio Ledezma y Leopoldo López. Justo cuando comenzaba a acumularse una fuerza ciudadana en las calles del país, iniciaron un supuesto diálogo que “evitaría el derramamiento de sangre y solucionaría los problemas” ¿Resultados? Más muertos, más violencia y más tiempo para el régimen.

Lo mismo sucedió en el 2016 con otra supuesta mesa de diálogo, que puso fin a las multitudinarias protestas de calle que se dieron luego de que el Consejo Nacional Electoral de la dictadura negara la realización del constitucional Referendo Revocatorio, método propuesto por la Mesa de la Unidad Democrática como ruta para La Salida de Nicolás Maduro del poder.

Pero en 2017 parecía distinto. Esta vez había una oposición cohesionada con un solo fin –o eso nos hicieron creer-: La Salida inmediata de la dictadura. Sin titubeos hicieron un llamado a protestar en las calles, incluso quienes tradicionalmente habían sido detractores de este método.

Autopistas repletas de ciudadanos al grito de “¿Quiénes somos? ¡Venezuela! ¿Qué queremos? ¡Libertad!”. Ahí estaba el presente y futuro del país, con cada bomba que era devuelta iban sueños, y con cada caído más razones. Empleados públicos pusieron en riesgo sus trabajos y los jóvenes sus vidas; pero no importaba, la libertad lo valía…

Y una vez más la sociedad fue traicionada, esta vez, a cambio de unas elecciones regionales sin fecha, sin condiciones y dirigidas por la ilegítima y macabra Asamblea Nacional Constituyente desconocida por, al menos, cuarenta países del mundo.

Hoy, quieren llevar a los ciudadanos al dilema de votar o no, pero ya eso no importa. La responsabilidad de no legitimar al régimen y su constituyente era de los líderes, no de los ciudadanos. Pretender jugar con la tradición democrática de los venezolanos, pero Venezuela entera entendió que es un chantaje. Es el mismo cuento, pero con otro actor.

Tampoco es verdad que no participar en esas designaciones -porque no son elecciones- sea ceder espacios. De eso ya saben mucho estos “dirigentes” que cedieron los diputados de Amazonas, cediendo con ello la mayoría calificada de la Asamblea Nacional, esos que cedieron el Palacio Federal Legislativo; y cedieron lo más valioso, la calle.

Ya Venezuela no cae en su vil chantaje porque los reconoce, los señala y los aísla.

¡Se quedaron solos!

@ismaelgabriel22