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En un momento de su historia, Venezuela fue considerada como “el país de las oportunidades”, abuelos y padres cuentan que recibíamos a cantidades inmensas de inmigrantes y les brindábamos de manera descomunal posibilidades de crecimiento, estabilidad para vivir y fuentes de trabajo. Nuestro país se encontraba en crecimiento, en la búsqueda de la prosperidad a partir del trabajo de cada uno de sus habitantes, la población siempre se mantuvo en crecimiento y nunca nadie pensó en irse.

Hoy en día, el régimen que se encuentra en el poder, se ha encargado de destruir todas las oportunidades a raíz de un modelo socialista fracasado, eliminando la libre competencia, la empresa privada, promoviendo la delincuencia, la corrupción y el narcotráfico, expropiando y no incentivando a la producción, desmoralizando a los ciudadanos, bajando nuestro rango de necesidades a las más básicas, convirtiendo a nuestra dignidad en una burla, cercenando la libertad, haciendo la vista gorda hacia las miles de muertes diarias, a la escasez, al hambre, al deterioro del sector de salud, de educación… En fin, desmejorando la calidad de vida del venezolano y de todos aquellos quienes habitan este país. Es este gobierno quien juega con nuestras mismas necesidades a su antojo mediante las políticas que de su seno emanan.

Por todo esto y durante 18 años, millones de venezolanos han ido emigrando hacia todos los rincones del mundo, últimamente con más frecuencia que al principio de estas casi dos décadas; ahora en cualquier parte del mundo hay un venezolano tratando de comenzar una vida nueva, cuestión que ha incentivado dos fenómenos a las que me quiero referir específicamente en este análisis: 1) existe una gran cantidad de ciudadanos de nuestro país que han viajado con documentos ilegales y en consecuencia, muchos países han reformulado sus políticas de inmigración para bien o para mal; y 2) los venezolanos se han ido agrupando en el exterior para prestarse apoyo en las diferentes situaciones que pueden afrontar estando fuera de su tierra natal.

Parece increíble pensar que todas las personas de un país se puedan ir y abandonar su comodidad, sus familias, sus casas, trabajos y todo lo que se esforzaron un día por conseguir, para escapar de la realidad que día a día afrontan. E incluso más todavía con todas los impedimentos que se tienen que superar al emigrar: la “falta de material” para pasaportes, sistemas de burocracia, colas y citas para conseguir papeles, la desinformación que existe para obtenerlos, organismos incompetentes, ineficientes e ineficaces, un sistema cambiario que no sirve, el mercado negro de divisas, el trámite de visas y permisos, hasta la falta de dinero para tomar un avión y verse en la necesidad de tomar un bus o una lancha que los lleve a destinos que probablemente no sean los más adecuados, pero son a los que pueden llegar, y además de todo esto hay que aunarle la crisis que se vive todos los días.

Son estas trabas, en conjunto con un sistema de valores corrompido, y el desespero por salir del país, los que aportan como resultado el aumento de migraciones indocumentadas o con documentos cuya legalidad es dudosa, lo que ha traído como secuela a su vez, el aumento de las deportaciones y el aumento de las restricciones de los países que nos reciben de acuerdo a sus sistemas legales para un mayor control de entradas. Y con esto no quiero juzgar a ningún país que haya tomado esas medidas, todo lo contrario, es admirable el hecho de hacer respetar sus normas, cosa a lo cual se debe hacer un llamado a la reflexión, por muy duro que parezca tomar ese rumbo, hay que cumplir con las instancias para evadir el doble de inconvenientes y evitar el marcar precedentes en el exterior, que ya ha sucedido.

Ejemplos y testimonios de jóvenes, niños, adultos, personas mayores, profesionales o no, con cantidad de condiciones, son inmensas las cantidades de personas que hoy en día parten del país debido a esta realidad, cada uno con una historia diferente, peticiones de asilo, familias y amigos separados, incluso los inmigrantes que un día creyeron en estas tierras se han trasladado a sus lugares de origen en búsqueda de dejar de sobrevivir para poder vivir una vida digna, y casos de quienes poseen dobles nacionalidades han optado por utilizar la segunda y hasta perder la venezolana para cumplir sus metas en otro lugar. Los venezolanos se reconocen enseguida, el acento y la manera de desenvolverse son puntos que los hacen identificables, y unos a otros se reconocen de esta manera, se ayudan y permanecen unidos, Venezuela de hecho tiene una comunidad en cada país del mundo, con integrantes que colaboran unos con otros y que destacan la realidad venezolana en donde se encuentren. Ello entonces se convierte en una luz de esperanza, pareciera que nuestros valores de solidaridad y nuestros anhelos de libertad todo este tiempo estuvieron adormecidos, que este régimen no acabó con eso, que solamente la crisis agobiaba tanto que no permitía que ellos fluyeran adecuadamente, que nuestro sentido ético se activa en momentos de soledad y de dificultad. ¿Qué hace falta que suceda para que en Venezuela despierte de esa manera en la que se refleja en el exterior? ¿Es que nuestro sentido de pertenencia con esta lucha solo se sacude cuando no estamos en nuestro territorio? ¿Hasta cuándo vamos a aguantar?.

Sí, quizás Venezuela se está quedando sola, cada día más personas apuestan en salir del país para mejorar su calidad de vida, quienes ahora detentan el poder y muchos otros consideran el hecho de irse una “traición a la patria” el emigrar. Lo cierto es que no es más valiente el que se queda ni más cobarde quien se va, el hecho de tomar esta decisión personal es perfectamente entendible, pero también existe otra realidad, una de venezolanos que estamos luchando en pro de una Venezuela de retornos y de devolver ese sistema de valores a la ciudadanía y a quienes elegimos para que juntos, en base a la formación, al trabajo y al esfuerzo, permitamos la apertura un país de prosperidad, de crecimiento, de retornos. A eso apuesto.

@SabrinaCanelon