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La novedad: Maduro decreta estado de excepción en municipios fronterizos del estado Táchira. Un país atiborrado de malas noticias, que casi ni sorprenden, ahora se ve acechado por la formalidad de una rutina que desde hace mucho forma parte de la vida de los venezolanos. La gran verdad es que esta nación, desde hace mucho, vive un estado de excepción permanente; sus garantías están suspendidas por doquier.

Venezuela, en sí misma, es una excepción. Excepción porque siendo un país petrolero que recibió la bonanza más grande de su historia, con una fortuna incalculable, hoy está quebrado, mientras los responsables del manejo de esos fondos nos dicen, descaradamente, que es momento de dificultades. Nadie en el mundo se explica cómo un país que lo tuvo todo, está en la nada, en crisis, pasando hambre y condenando a sus ciudadanos a la penumbra de la miseria o al exilio.

Pero también nuestro país es una gran excepción en el mismo momento en que las garantías fundamentales, amparadas en los derechos humanos y en las múltiples declaraciones e instrumentos que los establecen, no están mínimamente presentes.

Analicemos por un momento cuántas personas han muerto en manos del hampa para entender que el derecho a la vida no está garantizado; pensemos cuántas veces hemos decidido permanecer en casa y optar por un toque de queda voluntario, ya que la calle es una ruleta rusa que pisotea nuestras libertades individuales; reflexionemos sobre cuánta gente ha estado y sigue presa por expresarse diferente, por pensar distinto, por simplemente disentir, lo cual es la más fiel evidencia de que la libertad de expresión es Venezuela es sólo un chiste. Así podría enumerar cientos de miles de garantías básicas y primordiales que hoy no existen en nuestro país y que no sólo evidencian la intención del régimen de humillarnos, sino también que la nación entera es víctima de un estado de excepción a diario, que es informal, que es silencioso pero que avanza sin ninguna reserva. Nuestra seguridad desde hace mucho está en riesgo por, inclusive, quienes deberían brindarla.

Venezuela desde hace mucho está en estado de excepción, en toque de queda y en crisis humanitaria. Basta con ver nuestro día a día para entender que vivimos en un estado de zozobra permanente, de persecución, de hostigamiento, de humillación, de dolor, de hambre, gracias a un grupo de corruptos y mafiosos que no tienen ni el más mínimo pudor a la hora de enriquecerse y hacerse del poder, mientras las personas mueren porque el hampa les saluda, porque no hay un medicamento o siquiera oxígeno, o se van porque otro país les llama a ser lo que aquí no pudieron, haciendo de su pasaporte la única esperanza de tener un futuro mejor como extranjeros; la misma condición que en su propio país padecen, siendo incluso venezolanos.

Yo no tengo dudas de que todo lo que hace el régimen es premeditado, es a propósito. Pretender subestimarlos y decir que actúan erráticamente es, además de ingenuo, irresponsable. Esto puede tratarse de una nueva forma de control, ensayada, con el fin de cerrarnos cada vez más puertas; puede ser la excusa para suspender unas elecciones que pueden carecer de legitimidad pero no del poder de quienes mandan; pueden hacer lo que quieran, como quieran y cuando quieran. Lo están demostrando una vez más: no hay garantías. Una parte de lo que hacen es efectista, es decir, sólo busca tener impacto mediático. Pocas cosas son realmente efectivas en torno a resolver un problema, pero con el efecto basta. Eso para ellos es efectivo, incluso la inacción.

Un estado de excepción para frenar a “paramilitares” mientras Venezuela ha sucumbido en el hampa y en el gobierno de la bala, es la más nefasta burla que puede haber. Un estado de excepción para “acabar con el contrabando de alimentos, medicinas y billetes de alta denominación”, es la más descarada burla a un país que no tiene justificación de estar pasando hambre en colas, de estar muriéndose en hospitales, sin hablar de un gobierno que critica el contrabando de billetes pero no dice nada de la exorbitante impresión de dinero sin control que nos ha conducido, entre otras cosas, a ser un país hiperinflacionario. No hay dudas: ese decreto de Maduro es sólo una formalidad, frente a la realidad que ya nos agobia. Formalidad consagrada en una Constitución que funciona más como traje a la medida del gobernante, peligroso por demás, que como carta magna, otorgándole al Presidente mayor licencia para perseguir y amedrentar, en este caso, como si ya no lo hubiera hecho lo suficiente.

Nos han convertido en una excepción en el mundo, un referente de cosas malas, de vicios y de abuso, aún cuando en el pasado fuimos referencia de cosas buenas, o al menos eso creemos. También me atrevo a decir que este régimen, como régimen dictatorial/autoritario, ha encontrado una excepción a su humillación constante en el noble pueblo que aún resiste a sus atropellos. Y es que la excepción que se encuentra en esa gente es, a la vez, una muestra de la exclamación que se consigue en todos los rincones del país, que pide un cambio urgente porque sencillamente esto no se aguanta más. Lo que debe preocuparnos es que esa excepción va mermando y va siendo absorbida por la costumbre y por la desidia. Cuando eso ocurra, la batalla estará perdida.

Razones sobran para cambiar lo antes posible esta tragedia. Razones sobran para salir de este estado de sitio permanente que nos condena a un futuro de esclavos y no de ciudadanos. Mucha gente ha advertido las consecuencias de las acciones de un régimen que ha dicho todo lo que hará para controlarnos. A esas advertencias las han llamado radicales y han optado por subestimarlos y creerlos ingenuos, débiles y hasta democráticos en un juego que ellos siempre han sabido cómo ganar.

Cualquier posibilidad de cambio pasa por entender frente a qué estamos. No habrá juego exitoso ni liderazgo victorioso si no se entiende la magnitud de la crisis, su origen intencional y la naturaleza de quienes hoy gobiernan el país. No sólo preocupa que el régimen avance en sus planes, sino que la oposición, sin una visión clara, nos conduzca a lo mismo, incluso sin saberlo. De esa claridad dependerá que esta nación sea diferente; en resumen, de eso dependerá que Venezuela toda sea un estado de excepción o sea excepcional. El tiempo dirá…

Twitter: @Urruchurtu