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Desde esta tribuna siempre hemos sostenido que no puede haber victoria electoral sin victoria política. A pesar del resultado abrumador del pasado 6 de diciembre y del triunfo arrollador de las fuerzas democráticas en esas elecciones legislativas, hasta el sol de hoy no se ha concretado una conquista política.

Algunos podrán decir que la nueva Asamblea Nacional (AN) ha hecho mucho para sólo tener casi cinco meses de trabajo parlamentario. El cuestionamiento que se presenta en éstas líneas no es sobre ese trabajo, sino que tan suficiente -y eficiente- ha sido.

En los últimos cuatro meses se pueden contar 11 decisiones que desconocen las funciones y atribuciones de la AN por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Muchos advertíamos que ese choque era inevitable y que, en vista de la derrota electoral que el régimen sabía que le venía, optaría por ganar políticamente actuando con el Tribunal como brazo y, peor aún, iría desmantelando la tarea de la AN.

En este caso, yo no voy a hacer alusión a los reiterados abusos de un régimen que lleva años actuando así y que está haciendo su trabajo. Me toca referirme al trabajo que nosotros, como mayoría opositora presente en el mayor poder legitimado que existe, como lo es la AN, deberíamos estar haciendo.

Resulta que creemos que, por haber ganado el Parlamento, estamos en un «laberinto democrático», cuando sabemos bajo qué condiciones ganamos la elección y cuando sabemos que incluso el régimen utilizaría tal resultado para convertirnos en coresponsables de la crisis actual, al igual que lo hace con los ciudadanos.

También caímos en el mito de que desde diciembre del año pasado es que somos mayoría, porque nos consolidamos electoralmente, cuando sabemos que hemos sido mayoría desde hace mucho y que gran parte de la dirigencia opositora nos ha adormecido en actuaciones de minoría y que siempre reducen todo al voto.

Yo no dudo del espíritu democrático de quienes dirigen y conforman la AN. El asunto es que esto no es una democracia, y por tanto, actuar en función de los plazos y roles que la democracia demanda en condiciones normales, constituye un grave error.

Resulta que por esperar y no enfrentar como se debe -y como contrapeso- frente al régimen, nos está haciendo pagar muy caro el triunfo electoral del 6D. No haber designado rápidamente nuevos magistrados del TSJ, no haber promovido rápidamente los mecanismos constitucionales para salir del régimen, no nombrar nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE), y sólo responder con reclamos y quejas, como si no supiéramos de lo que es capaz el régimen, es, cuando menos, un gran síntoma de debilidad.

Resulta, pues, que la AN se ha dedicado a discutir leyes -muchas populistas y demagógicas- que si bien, quizás, serán aplicables en algunos sentidos cuando se produzca un cambio en Venezuela, hoy sólo constituyen promesas vacías y falsas expectativas. Ni hablar de autoridades de la AN que anuncian “tubazos” en redes sociales, como si fueran periodistas, en lugar de avanzar en el blindaje y la ofensiva del Parlamento frente al régimen.

Mucha gente votó el 6D por una AN que prometía, más allá de la expectante y populista «última cola por comida», una lucha frontal y un cambio en los poderes públicos y de gobierno. Hoy, la gente se está decepcionando, mientras sigue haciendo colas, porque nada de eso ha ocurrido. Tenemos una AN y una gran parte del liderazgo opositor, que lejos de enfrentar, hoy están subyugados y encadenados pidiéndoles a su verdugo que les dé unas planillas para derrotarlo… ¡Insólito!

Ese no fue el mandato que se les dio en las elecciones. El régimen desconoce ese mandato y parte del liderazgo opositor también, cuando en lugar de promover y organizarse para la salida del régimen, sólo actúan en función de tiempo que sabemos que sólo beneficia a quienes han saqueado física y moralmente a este país.

Venezuela no aguanta más. Ya contamos nuestra tragedia en vidas y no en días. El régimen avanza contra la poca empresa privada que queda, pretende adoctrinar y militarizar el futuro, hay hambre, miseria y muerte, mientras las mafias siguen saqueando lo que queda de país y riqueza en el arco minero, sin importar a quién se llevan por delante… ¿De qué estamos hablando? El país demanda sensatez y acción. Cobremos de una vez nuestra victoria política y dejemos de imaginar que sólo con una próxima elección de gobernadores y sólo con una nueva campaña, es que tendremos la fuerza para triunfar. De seguir así, ni elecciones ni Venezuela tendremos; nada quedará.

@Urruchurtu