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El siguiente relato y el personaje que lo cuenta son ficticios. Los datos proporcionados están sacados de diversas entrevistas, testimonios, informes e investigaciones y compilados en esta historia.

…Ellos saben qué fue lo que pasó ahí… lo peor, es que eso no nos sorprendió a los que trabajamos aquí. Era crónica de una muerte anunciada…

No solo lo sabían los empleados, lo sabían los dueños, los militares. Muchos estaban al tanto de que las cosas no se estaban manejando con eficiencia y seguridad. Además, eso se veía venir porque a cada rato ocurrían accidentes, incendios, fugas, cosas pequeñas. Lo que no sabían era que algo tan grave iba a ocurrir. Algo que iba a marcar un antes y un después en la vida de algunos y el último día de vida de otros… Otros que quedaron en el olvido…

Es usual que la brisa corra fuerte, aquí normalmente el viento sopla de la tierra hacia el mar, pero justo en esos días cambió el sentido y el mar empujaba el viento hacia la tierra.

Nosotros, sentimos un olor muy fuerte algunos días antes de la tragedia. No olía a refinería, era diferente, mucho más fuerte. Se volvió casi intolerante. Como las alarmas las habían mandado a desactivar porque sonaban a cada rato, casi nadie se enteró que ahí había una fuga desde hacía mucho tiempo.

 Uno de los sellos mecánicos de una bomba se había dañado. Yo no sé qué pasó con eso, me dijeron que no encontraron el repuesto que hacía falta y lo ‘parapetearon’. El asunto es que eso estuvo ahí botando gas por bastantes días.

La nube de gas cada vez se hacía más densa, casi no se podía ver y se había esparcido hacia el Campito, Brisas del Valle, Puramin, la carretera… Mi esposa creía que el gas de la cocina estaba abierto. Menos mal que ese gas no es venenoso, pero si muy inflamable. Ahí cualquier chispa iba a hacer que todos explotáramos.¡Ellos sabían! porque desde Cardón los llamaron, unas horas antes, diciéndoles que las bombas que venían de Amuay habían perdido mucha presión. Todo el mundo sabe que cuando eso pasa es porque hay una fuga. Como setenta minutos antes de la explosión fue que llamaron, si hubiesen desalojado en ese momento, muchos menos habrían muerto seguramente. Setenta minutos es bastante tiempo ¿no?

Lo que dicen es que fue un carro. Cuando trataron de de prenderlo ¡pum! Explotó. Como a las 1:10 de la madrugada del 25.

La onda expansiva arrasó con todo. Las casas de aquí cerca quedaron destruidas, puros escombros. Puramin, Brisas del Valle, El Campito, San Rafael, Los Jardines, el área comercial, de eso no quedó nada. Y las casas que estaban más lejos quedaron con todas las ventanas y tejas rotas, paredes agrietadas.

Se prendieron varios tanques, primero dos, luego tres… Mira, eso sólo se puede encender si tiene una fuga, si los sellos de los techos están malos por ahí se escapa el gas de los productos y cualquier chispa les prende candela. Eso fue lo que pasó.

Mandaron a llamar hasta a los bomberos de Zulia porque aquí no había suficiente para apagar el incendio, aún así no lograban controlar las llamas. Se estaba saliendo de control y no supieron hacer bien las cosas. Ahí echaban espuma y agua, por un lado y por otro. Eso no se puede mezclar porque el agua daña la espuma, además, casi toda la espuma quedó regada por las calles de la urbanización. Echaban agua a los techos de los tanques, pero como no aguantaban el peso, se venían abajo y ampliaban el incendio. ¡Un desastre!

Eso estuvo cuatro días prendido y fue el miércoles que se apagó… porque eso no lo apagaron los bomberos, el fuego se extinguió porque ya se había consumido todo el combustible… ya no había más nada que quemar. Imagínate cómo quedaron los tanques…

Varias personas me dijeron que a las nueve de la mañana ya habían visto más de cuarenta personas fallecidas que las llevaban al hospital. Era como un campo de batalla, habían heridos, muertos, fragmentos de personas por todas partes, escombros. Fue un día muy feo. No sé si vamos a saber cuántos se murieron ese día, pero yo creo que fueron bastantes. Y a estas alturas han indemnizado a muy poquitas personas, solo a los que les conviene. A muchos les arreglaron sus casas ahí más o menos, a algunos los reubicaron, a unos poquitos les dieron casa nueva, pero más que todo si eran amigos o familia de algún ‘chivo’. Muchísima gente sigue esperando aunque han tenido que seguir con sus vidas. Los duelos se mantienen intactos porque no hay respuesta del gobierno, no se sabe que pasó, quiénes son los culpables, ni nada. Muchas familias ese día lo perdieron todo y hoy siguen igual.

Aquí hace tiempo que no hay ni simulacros, ni alarmas, ni entrenamiento para casos de emergencia. Cuando hay que hacer paradas de mantenimiento no se hacen, cuando algo se daña, tardan en repararlo. La refinería está muy deteriorada y los empleados tenemos miedo a que ocurra algo más grave. La gente que vive por aquí, casi no puede dormir, pasan el día con miedo a que ocurra otra explosión. Todos los días ven los mechurrios para ver si están más altos, más bajos, más rojos o más amarillos, con la angustia y la zozobra de no saber si la tragedia se pueda volver a repetir. Desde ese día no ha cambiado nada en la empresa, el riesgo persiste, cada vez es mayor.

A pesar de todo tuvimos mucha suerte, el viento ese día soplaba en una dirección distinta a la normal, si no hubiese sido así, la tragedia no la estaría contando… Son cosas de Dios, ¿sabes?… pero estoy seguro que este accidente se hubiera podido evitar. Esto no tuvo que haber pasado. (Guayoyoenletras.net)

Gabriela Amorín