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Muchos creen que Venezuela está viviendo sus días más difíciles. Se equivocan. Ese momento recién llegará cuando pase la tormenta y nos toque reconstruir el país desde sus cenizas.

Aunque suena desmoralizante, en el fondo no debería serlo. Muchas veces la anomia es más cómoda que la acción. Quedarse paralizado durante la caída no es atípico. Sin embargo, es una responsabilidad es ayudar en la reconstrucción.

Ese es el gran reto que tenemos los ciudadanos y para el que tenemos que empezar a prepararnos, porque todo indica que ese día puede llegar más temprano que tarde y si nos agarra desprevenidos, sería imperdonable.

Son tres grandes tareas las que tenemos quienes venimos luchando desde hace años por la recuperación de la democracia, las libertades y los derechos en el país.

La primera es la construcción de una Unidad democrática muy superior a la que tenemos hoy que, en primer lugar, incluya a todos los sectores de una sociedad que sin duda estará golpeada, pero al mismo tiempo ansiosa de vivir en un país mejor.

Una Unidad que, por supuesto, la compongan los partidos políticos, pero también los gremios, las universidades, los sindicatos, los estudiantes y todos los sectores de la sociedad civil. A la que también se sumen esos cientos de miles de venezolanos que tuvieron que dejar su tierra por diversos motivos, pero que no existe noche que se acuesten ni día que se levanten sin pensar en volver.

En segundo lugar, tenemos la responsabilidad de diseñar un plan de recuperación económica y financiera que en principio atienda la crisis y la emergencia social que vivimos.

Los primeros meses encontraremos un país en un grave estado, que requerirá de mucha madurez y comprensión de una sociedad que tendrá que pagar las consecuencias de quienes lo saquearon. Requeriremos de un programa que en cuestión de unos meses permita la estabilización de la nación y el inicio de un desarrollo sostenible que nos deje ingresar en el siglo XXI.

Finalmente, estamos obligados a ser parte de un cambio de modelo integral. Que incluya lo económico, lo social, lo educativo y hasta lo cultural. Que nos permita desarrollar una nueva relación con el petróleo y el Estado, que nos deje ser ciudadanos con derechos pero también con responsabilidades, libres de vivir nuestro propio sueño con esfuerzo y cooperación.

Un modelo en el que cada uno de nosotros sea dueño del fruto de su esfuerzo, que nadie nos lo pueda quitar y que éste sea la mejor herencia para nuestros hijos.

No será fácil, para qué engañarnos. Sin embargo, muchas veces en la vida la decisión más simple es la única que se puede tomar. En este caso, trabajar en la reconstrucción de un país destruido es nuestra única opción, porque Venezuela es tarea de todos.

@MiguelVelarde