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“Llego la hora de avanzar en la planificación integral para el desarrollo económico sostenible con una concepción de economía social ecologista”. Con esa frase Nicolás Maduro abrió lo que muchos consideran la semana más importante en su agenda política internacional, en el marco de la Cumbre sobre el Cambio Climático que sirve de preludio a lo que será el sexagésimo noveno período de sesiones de la Asamblea General donde también se espera que asuma la representación de nuestro país.

En un discurso cargado de críticas hacia lo que denomina un “sistema capitalista depredador”,Maduro intenta achacar al libre mercado todos los males que enfrenta nuestro planeta en el área climática, sin dejar de lado el clásico cliché de la injusticia y desigualdad que según él ha generado en el mundo. Más allá de eso, lo interesante de su discurso fue más bien lo que no definió, pues la aparición de un nuevo término en el léxico revolucionario como la economía social ecologista como única propuesta deja más dudas sobre que entiende Maduro por un sistema económico para el mundo y nuestro propio país.

Una de las pocas luces que pueden extraerse al respecto viene dada por las palabras que acompañan al nuevo modelo económico, en especial la tan realzada planificación económica que parece ser la respuesta a todos los desequilibrios causados por el malvado capitalismo. Resulta curioso que al ver los resultados de esa planificación en nuestro país no es precisamente el equilibrio lo que se ha logrado, sino el colapso sistemático de todas las cadenas de producción y comercialización en casi todos los sectores económicos relevantes.

A la par del deterioro interno las alarmas se han disparado a lo externo, con el colapso de los bonos venezolanos de referencia en el mercado internacional y la baja de calificación de Standard & Poors de la deuda venezolana a CCC+, llevándonos a lo que se conoce como “deuda basura”. Y como si todo esto no fuera suficiente, al revisar los índices de contaminación emitidos por la CEPAL vemos como nuestro país encabeza listas tan poco honrosas como las de mayor consumo de energía y emisión de gases invernadero per cápita, sin hablar de la inexistencia de políticas de reciclaje o diversificación energética.

Es irónico que, con todas estas credenciales a su espalda, sea Nicolás Maduro quien pretenda enseñar cómo planificar y regular la economía global para favorecer a un planeta al que su propio gobierno pareciera apreciar sólo a conveniencia, y sólo de palabra. Más irónico se vuelve la enseñanza al ver que la mayoría de los países ricos a los que va dirigida se han embarcado en ambiciosos proyectos de transformación energética, donde Alemania y los países nórdicos marcan tendencia, y en limitación de emisiones de CO2 y otros gases invernaderos de manera voluntaria, donde la Unión Europea se ha constituido en un ejemplo a seguir por el mundo.

La lucha por la preservación de nuestro planeta merece una voluntad verdadera de cambio que no pretenda sacrificar la libertad de todos a costa de lo que el líder de turno considere mejor para el planeta. No será a través del eco socialismo o artilugios similares que ganaremos la batalla por el futuro, sino a partir de la libertad que nos permita desarrollarnos a plenitud y apreciar desde nuestra propia perspectiva la importancia de nuestro planeta para el futuro de la humanidad.

Twitter: @Daniel_Jose