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El país necesita una nueva coalición que vaya más allá de los intereses de los partidos políticos

El país amanece, una vez más, atropellado. El resultado de las elecciones regionales a las que la dirigencia de la MUD había apostado la lucha de estos últimos meses no podía ser peor.

El mismo Consejo Nacional Electoral que desde hace años viene jugando con la voluntad popular de los venezolanos, anunció que con una alta participación de votantes, 61%, el oficialismo arrasó conquistando 17 gobernaciones, mientras la oposición habría logrado solo cinco.

En un país que pasa tantas necesidades y donde hace mucho tiempo una evidente mayoría se opone al gobierno, este resultado es simplemente increíble. Sin embargo, el mismo evidencia algo que era previsible y fue advertido por un sector de la oposición que exigió no participar de un proceso a todas luces fraudulento: las condiciones no están dadas para ningún proceso electoral que sea confiable.

No olvidemos que uno de los mandatos del plebiscito realizado el 16 de julio pasado era justamente nombrar nuevos rectores del CNE. La Asamblea Nacional no cumplió y los partidos prefirieron salir corriendo a inscribir candidatos para las gobernaciones. Hoy, todos pagamos caro ese grave error.

Pero mientras damos el debate político, el drama social es sin duda la variable más importante en esta ecuación llamada Venezuela. El hambre, entre muchos otros, es uno de los síntomas más perversos de esta crisis.

En un informe conjunto publicado recientemente, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtieron que la cantidad de latinoamericanos y caribeños que padecen hambre aumentó 6% en 2016 respecto del año anterior para ubicarse en 42,5 millones de persona. Entre todos los países del continente, Venezuela destaca con los índices más altos.

Tenemos el penoso privilegio de ser el país que experimentó la mayor alza en malnutrición, al aportar 1,3 millón de los 1,5 millón de nuevas personas con hambre en Sudamérica entre 2014 y 2016 respecto del bienio previo.

En materia de salud no estamos mejor. El repunte de al menos tres enfermedades infecciosas y víricas en Venezuela ha dejado ver el debilitamiento del sistema sanitario, y especialistas aseguran que la fuerte presencia de difteria, malaria y sarampión, se debe, entre otras cosas, a la poca vigilancia y a la falta de medidas preventivas.

Estos son solo algunos ejemplos del drama humano que atraviesa Venezuela. Uno que ya es conocido por el mundo entero, pero eso no es suficiente. El reto que tenemos por delante no solo es gigante, sino también urgente.

El país necesita una nueva coalición que vaya más allá de los intereses de los partidos políticos y que represente a la gente. Una que le hable con la verdad a los venezolanos, que no se sirva de ellos y más bien se ponga a su servicio.

Se necesita un nuevo liderazgo político, con ética y con valores, para salir de este callejón tan oscuro al que lo han traído. Basta de la política barata; basta de engaños y mentiras por beneficios individuales mientras el país muere de hambre y mengua.

Ya basta. Seamos serios.