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(Caracas. 30/10/2017) A nuestro juicio, por encima de los infaustos resultados obtenidos por la oposición, el dato más importante todavía reside en la determinación unilateral de haber concurrido a los comicios regionales. Los partidos que monopolizaron la mesa, contradicha la noción misma de unidad, zanjando luego sus diferencias a través de unas primarias censitarias, se negaron a discutir el asunto con otras entidades, políticas y sociales.

Despreciada toda advertencia, celebraron anticipada y prepotentemente el triunfo, adivinándose cada uno en ventaja para una futura candidatura presidencial. Parecía que Nostradamus les hubiese susurrado un futuro promisor, mientras que el fraude descomunal abría sus fauces para devorar aún las mejores intenciones.

Impuesta la amarga realidad, la reacción ha sido demasiado contradictoria, desaconsejable y contraproducente para sus propios fines, aunque – siendo suyos – no habría problema alguno, excepto que ha dado tan injusto alcance al resto de la oposición. No tienen ya las energías suficientes para sepultar el veredicto popular del 16-J, ni para diligenciar un diálogo de acuerdo a los parámetros de la dictadura, cuyas lecciones se mantienen intactas, después de vapuleado el revocatorio en 2016.

Anunciada la consulta municipal, en los términos de la tal constituyente, en una misma organización, un calificado dirigente la acepta, mientras otro la niega, corriendo o vacilando ante la taquilla del CNE. A la vez, prosigue la feria de la mutua descalificación, con olvido del adversario que todos tenemos al frente (y quizá, por ello).

Que sepamos, imposible de remediar con las herramientas digitales, ninguno de los cuatro partidos en cuestión ha deliberado interiormente sobre ésta y otras materias, pues, paradójicamente, suelen aceptar el diálogo incondicional con el régimen, negándolo entre los suyos, como sucede con las restantes organizaciones políticas y sociales. Es de suponer, existen instancias colegiadas de conducción que deben reunirse y  pronunciarse, pública y notoriamente (por cierto, Vente Venezuela lo hizo inmediatamente, después del 15-O), en lugar de la enfermiza figuración de individualidades que apuestan por una declaración que sigue obviando la franca devaluación del sufragio, tal como ha ocurrido con la moneda.

Por mucho menos de lo acaecido, aún agolpada la agenda pública, antes, los partidos inmediatamente se disponían a confirmar o a renovar sus autoridades, procurando atajar la división. Sin embargo, aparentando lo contrario, no hay fuerza siquiera para dividirse, pues, un régimen en toda la extensión y profundidad de la acepción,  ha generado condiciones que lo impiden, haciéndolos prisioneros de síes: sólo se descomponen, jamás se diluyen o desvanecen como los buenos soldados, según el célebre pasaje de MacArthur.

Nada inocentes, con los procesos eleccionarios regionales, municipales y presidenciales, tutelados por la tal constituyente, bajo el absoluto control del sucesor, asistimos al paciente reacomodo de los factores de poder que desean y modelan a un sector ornamental de la oposición, según el momento. Por ello, hay urgencia de refundar la unidad democrática de la oposición, sobre bases y principios muy distintos, con la más amplia alianza política y social que trascienda las meras circunstancias electorales, en desafío al rediseño de un oficialismo exhausto,  necesitado de una bomba de oxígeno.

@LuisBarraganJ