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Venezuela experimenta escándalos nacionales e internacionales, producidos por la exposición impune de las mafias desde el poder, pero también existen escándalos familiares, si, aquellos producidos de forma lamentablemente cotidiana por los robos y asesinatos, aquellos producidos por la humillación de las colas y el desabastecimiento.

Para ningún venezolano representa novedad alguna, describir la profundidad de la crisis que atravesamos como país, hablar de la inseguridad, la escasez, la violencia y la corrupción galopante, son lamentos fundados pero reiterados en cada esquina de cada pueblo.

La pérdida de valores y principios rectores, que como sociedad deberían enmarcar nuestra cotidianidad, define la peor crisis histórica jamás sufrida, desde los funcionarios públicos de mayor jerarquía, vemos una serie de denuncias y acontecimientos que desdibujan la frontera entre el bien y el mal.

Los ciudadanos experimentamos el desencanto con nuestra tierra, miles son los que sentencian su voluntad de emigrar, como reconocimiento a la insatisfacción y máxima expresión de impotencia. Las despedidas se presentan a la orden del día unas por Maiquetía y las otras dentro de los cementerios.

Un halo de esperanza emerge dentro de la tiniebla, como una oportunidad capaz de movilizar y contener a quienes quedamos. Las elecciones del próximo 6 de Diciembre, son el examen ante la historia, donde como pueblo demostraremos la profundidad de la lección vivida. La victoria representa solo un primer paso, uno solido por definición del país que soñamos, pero tomemos conciencia que es solo el primero.

Reconducir nuestro destino merece el esfuerzo, en nuestro ser interior tenemos la convicción del bienestar que merecemos, toca llevar al consiente los sacrificios y acciones a tomar.

Reconciliar nuestro país no tiene prorroga, ante la emergencia presente, basta de hermanos caídos por la intolerancia y la complicidad, basta del imperio del miedo sembrado en los corazones de tantos, hemos descubierto el mayor de los secretos -el del voto- hemos descubierto la más aceptada promesa –la del cambio-

Nada de esto se materializará, sin antes ser una realidad con peso y rango de ley, entonces promovamos la ¨Ley Orgánica de Reconducción y Reconciliación Nacional¨ una ley distinta a las tantas vigentes e incumplidas, más bien propongo el contrato social hacia la prosperidad y la libertad, sustituyamos los abrazos de despedida, por momentos de encuentro perdón y futuro, que la justicia juzgue a quien lo merezca, pero que el mayor juicio sea el de nuestra elección.

Solo tenemos la garantía que cuando no se gana, se aprende, ¿Cuánto habremos aprendido?