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La actual oposición no está a altura del reto histórico que enfrenta

Los últimos acontecimientos solamente confirman lo que desde hace mucho se veía venir: la lucha en Venezuela ya ni siquiera es por la democracia ni por los derechos más básicos, sino por la supervivencia misma de la República.

Después de haber “subordinado” a todos los demás Poderes del Estado, la Asamblea Nacional Constituyente instó a la legítima Asamblea Nacional, electa en diciembre de 2015 con más de 14 millones de votos, a hacer lo mismo.

Ante la negativa de su directiva de aceptar esta orden, casi de inmediato la Constituyente decidió “asumir las funciones” de la Asamblea Nacional hasta que ésta salga del “desacato” en el que ellos consideran que se encuentra.

Este era el golpe final que faltaba al último resquicio de República que quedaba en el país y, como era de esperar, recibió el rechazo de la comunidad internacional, que no sale de su perplejidad ante el atropello que ocurre en Venezuela.

El mundo también mira con asombro la actuación de la dirigencia opositora. Después de haber recibido un mandato claro de más de 7,6 millones de venezolanos en el plebiscito del 16 de julio, abandona la ruta y se lanzan hambrientos a unas elecciones regionales con el mismo CNE y las mismas condiciones denunciadas como fraudulentas. De paso, tienen el descaro de decir que lo hacen “para no abandonar espacios”, mientras 35 diputados de una Asamblea Nacional ultrajada son ahora candidatos a gobernadores.

Por si fuera poco, en los últimos días no solo se ha destituido y perseguido alcaldes, sino también se ha inhabilitado a algunos dirigentes opositores que iban a ser candidatos en estas elecciones. Lo más probable es que los candidatos opositores con más chance corran la misma suerte.

A pesar de todo esto y aunque reciben en estas horas la condena de la población, los partidos políticos parecen estar dispuestos a perder toda la confianza de la gente y el capital político obtenido en varios meses de lucha a cambio de obtener unas migajas en forma de gobernaciones. Esperemos estar equivocados y que por lo menos algunos de ellos recapaciten y decidan no participar de este carnaval electoral.

Mientras tanto, un país indignado mira con estupor lo que ocurre. Pareciera existir una conciencia política inédita entre los ciudadanos que conduce a una claridad sobre lo que se tiene por delante. No se puede seguir legitimando un proceso que lo que más le interesa es mantenerse en el poder, aunque esto le cueste el presente y el futuro a todo un país.

La actual oposición no está a altura del reto histórico que enfrenta, y por eso millones de venezolanos esperan una alternativa a lo que la MUD representa hoy: una organización con fines electorales que lo único que sabe hacer es repartirse candidaturas para elecciones que después no valen nada.

Mientras tanto, una nación de pie espera un llamado diferente. Uno que venga de otra oposición.