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El año comenzó antes de lo que muchos imaginábamos. Las interminables colas frente a abastos y supermercados, la tensión en las calles, el conflicto político y las noticias fuertes empezaron a aparecer en días en los que tradicionalmente Venezuela aún estaba de vacaciones. Aunque llama la atención, tampoco debe sorprendernos demasiado: el hambre no se fue de viaje.

Eso es lo que enfrentamos, el hambre. A pesar de que vivimos en el país con una inflación de alrededor de 70%, la más alta del mundo el 2014, que terminó el mismo año como el segundo país más violento de la región después de Honduras con casi 25.000 homicidios, cuyos servicios están en franco deterioro y su clima político en permanente conflicto, el tema con el que Venezuela despierta el 2015 es el desabastecimiento.

La escasez, como algunos economistas lo previeron desde hace algún tiempo, es el problema que más preocupa a los venezolanos porque nos afecta a todos por igual. La falta de bienes básicos se siente desde los barrios más humildes hasta las zonas de clase media a lo largo y ancho del país. Las razones son simples: el sector productivo ha sido destruido a lo largo de los últimos años y los altos ingresos petroleros han sido dilapidados; hoy no hay ni cómo producir ni con qué importar productos. El modelo de controles ha destruido la economía del país.

Lo que más preocupa es que estamos viendo en estos primeros días del año solo el inicio de un periodo muy difícil para los ciudadanos. Las colas de personas buscando comida, jabón y medicinas están caracterizadas por el miedo y la ira. Mientras tanto, las autoridades oficiales se contradicen entre sí: algunas niegan la existencia de colas, otras dicen que hay “infiltrados” que buscan descarrilarlas y alguna incluso llegó a afirmar que la gente hace cola “porque quiere”.

Para empeorar la situación, una de las últimas cartas que se jugó el gobierno para paliar la crisis económica fue el viaje de Maduro a China con la intención de obtener 20.000 millones de dólares a muy corto plazo que le permitan no solamente honrar la deuda, sino también evitar tener que recortar el gasto social. El resultado fue un rotundo fracaso por las condiciones que pusieron los chinos –entre ellas, el control total de la CVG- y Maduro regresó solo con promesas de inversión.

Mientras tanto, la oposición aún luce desconcertada. Sorprende mucho que un sector de ella siga más preocupado por conservar sus parcelas de poder de cara a las elecciones parlamentarias, ignorando totalmente una realidad palpitante en las calles de todo el país. La gente espera desesperada por un mensaje coherente, urgente y responsable de un liderazgo que comprenda la crítica situación que atravesamos.

De lo contrario, el desenlace puede ser imprevisible. Alarma ver a venezolanos llegando a los golpes por un pollo, atropellando a una señora para arrebatarle su leche, durmiendo en las puertas de los mercados para comprar pañales o estirando el brazo resignados para ser marcados con un número para controlar lo que compra.

El gran reto que tenemos todos juntos es recuperar la dignidad y derrotar este proceso de animalización al que nos quieren someter.

Miguel Velarde
@MiguelVelarde