Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official
Para el psicoanalista Axel Capriles no cabe duda de que la muerte de Hugo Chávez significa el fin de uno de los capítulos de la historia del personalismo político en Venezuela, como lo fue el fin del guzmanato o el fin de la era gomecista. Pero advierte que el líder bolivariano pasará a ser un mito, fundamentalmente, para uso político.

El profesor de UCAB y presidente de la Sociedad Venezolana de Psicología Jungiana cree que solo si la oposición toma el poder y pone los logros del presidente fallecido en la balanza y desenmascara lo que hubo de fraude, “logrará disminuir la fuerza del mito pero no lo eliminará”

–¿La muerte de Hugo Chávez significa el final de un capítulo en la historia del país o la continuación del mismo episodio, esta vez con nuevos actores?
–Sí, es el fin de uno de los capítulos de la historia del personalismo político en Venezuela, como fue el fin del guzmanato o el fin de la era gomecista. No será un fin abrupto, sin embargo. Se abre un postchavismo, con los mismos actores del chavismo como líderes fundamentales de la nación, que dará paso a una transición cuando el descalabro del sistema productivo y del país en general obligue a nuevos acuerdos y arreglos de gobernabilidad que esperemos den paso a una sociedad civil más robusta bajo el método democrático. El liderazgo carismático es difícilmente transferible. Y a falta de un liderazgo que pueda contener las fuerzas disgregadoras de la sociedad venezolana, dada la debilidad institucional del país, la inestabilidad obligará a la construcción de una nueva fuente de legitimidad.

–La pregunta que muchos se hacen es por qué, tras asegurar que la condición del Presidente no era tan grave, Maduro, de golpe y porrazo, anuncia que Chávez murió justo cuando él lo visitaba.
–Esto no se lo puedo contestar por carecer de información veraz, pero ya se sentía en el ambiente una gran impaciencia y tensión en la población que deseaba conocer el estado cierto del presidente. Supongo que conscientes de que no podrían mantener la incertidumbre durante mucho tiempo más y habiendo concluido los acuerdos fundamentales para el reparto del poder, decidieron dar el impactante anuncio.

–¿Hasta qué punto funcionó el secretismo que mantuvo bajo un manto de misterio la enfermedad, recaída y agravamiento de Chávez?
–Funcionó a la perfección y fue manejado con maestría. Todo el misterio en torno a la enfermedad y muerte del presidente, reforzado por el inmenso aparato de propaganda del Estado, fue utilizado para pasar del culto a la Personalidad a la construcción de un mito y convertir a Chávez en símbolo de reivindicación y amor en el imaginario cultural venezolano.

–A su juicio ¿la marcada presencia militar en los actos fúnebres busca enviar un mensaje al país?
–Esa presencia es natural pues estamos bajo un régimen militarista, pero adicionalmente le da sensación de fuerza y solidez a la Revolución Bolivariana. Ahora bien, no es solo la presencia, sino la opinión pública del Ministro de la Defensa que revela planes de confrontación y aumento de la polarización. Es una imagen de la fuerza por encima de la razón y la conciliación.

–No hay dudas que con su desaparición, Chávez emerge ahora como  leyenda ¿Surgirá el chavismo como religión más que como una doctrina política?
–Si algo caracteriza la espiritualidad latinoamericana es su sincretismo. No creo que haya límites claros entre religión y doctrina política. Vemos en el culto a María Lionza altares que comparten la figura de Bolívar, Gómez, un vikingo y el malandro Ismael. Chávez fue la personificación de un prototipo del venezolano y creo que permanecerá como un amplio culto popular usado con el fin político de alimentar espiritualmente a la Revolución Bolivariana. Será llevado al Panteón Nacional desde donde resplandecerá como símbolo de la reivindicación de los pobres. No importa que la pobreza continúe después del despilfarro de una riqueza petrolera nunca vista. El mito no tiene que ver con la realidad y Chávez será un mito con uso fundamentalmente político. Solo si la oposición logra tomar el poder dentro de un tiempo prudencial podrá poner los logros en la balanza y comenzar a desenmascarar el fraude, lo que disminuiría la fuerza del mito pero no lo eliminaría. Todos los pueblos necesitan mitos que alimenten sus esperanzas.

–¿Qué pasará en la Venezuela post-Chávez: profundizar la revolución bolivariana o trazarse otro destino?
–Cuando acaba un liderazgo personalista, se abre la posibilidad de la creación de una sociedad de iguales que no depende de la orientación de un caudillo providencial, se expande el terreno para la construcción de una sociedad civil guiada por el diálogo, el entendimiento, los acuerdos y los consensos. Pero no creo que eso sea lo que suceda de inmediato. Creo que veremos una profundización de la revolución bolivariana, una intensificación del sectarismo, una agudización de la polarización. Los nuevos gobernantes necesitarán crear chivos expiatorios culpables del estado de descalabro de la nación. Si no, la frustración ante la realidad que pronto nos estallará en la cara se revertirá contra el gobierno. Si no polarizan la sociedad, el gobierno bolivariano tendrá que hacerse responsable del empobrecimiento de la población por la inflación, de la escasez, y la asunción de responsabilidades no está en su psicología. Estimo que en unos dos años los disturbios sociales y la presión colectiva nos obligará a todos a trazarnos otro destino para una mejor convivencia.

–Por ahora Maduro ha capitalizado electoralmente esta fractura emocional que deja la muerte de Chávez ¿Cuánto capital político le otorgan los funerales para que pueda ganar holgadamente las elecciones?
–En psicología primitiva, cuando el rey estaba enfermo se encerraba en una choza totalmente aislado y escondido de la vista de la población. Nadie podía verlo ni saber nada de él. El heredero se sentaba a la puerta, afuera de la choza. En el momento de la muerte, el espíritu del viejo rey transmigraba al heredero. Este anunciaba haber recibido el espíritu del rey muerto y era proclamado como el nuevo soberano. Ese tipo de psicología está vigente en todos los seres humanos y aparentemente mucho en la Venezuela contemporánea.

–¿Cuáles pudieron ser las claves para que Chávez protagonizara tres lustros de historia nacional?
–Son muchos factores. Está sin duda, su conexión natural con las personas de bajos recursos, su simpatía y mimetismo, la ganancia simbólica del sentimiento de inclusión y de ser tomado en cuenta. Pero está tan bien su definida y desmesurada voluntad de poder que lo llevó a usar el poder sin ningún tipo de pudor y a echar mano de los inmensos recursos públicos como si fueran recursos personales al servicio de su ideología y proyecto. Hay además componentes psicológicos más profundos basados en la identidad, haber sido la personificación de importantes rasgos del carácter social venezolano, como el locus de control externo, y de haberle dado expresión al individualismo anárquico y al resentimiento.

–Un extraño simbolismo o conspiración de la historia el hecho de que Chávez haya muerto justo el día en que se conmemoraba 60 años de la muerte de Stalin ¿Algún parecido entre ambos personajes?
–No, Chávez y Stalin son muy diferentes. Tal vez haya algún parecido en su narcisismo y sed de poder, en el culto a la personalidad, pero Chávez nada tiene que ver con el ser despiadado y criminal que fue Stalin. Chávez fue un hombre simpático capaz de empatizar con la gente, una personalidad extrovertida, expansiva. Stalin un individuo oscuro de maquinaciones terribles silenciosas.

–¿Qué le queda hacer a la oposición para recuperar el caudal obtenido el 7-O?
–Tiene que soltar el lastre de culpa que le endosó la revolución y con la cual inconscientemente se identificó, tiene que presentar un liderazgo mucho más firme y comprometido con propios sus ideales, y tiene, sobre todo, que brindar una visión esperanzadora y de largo alcance que vuelva a dar orientación a los venezolanos que hoy se han quedado sin guía, una visión compasiva y volcada a la acción social pero comprometida con la autogestión y la autonomía de los individuos como constructores de su propio destino.