Skip to main content
immediate bitwave Library z-library project books on singlelogin official

El título de esta reflexión puede sonar antipático o polarizador. Ciertamente, al decir que algo es de unos o de otros, se está motivando una separación que puede tornarse peligrosa. Pero no es menos cierto tampoco que los que se han propuesto dividirnos como nación, desde el primer día, son quienes nos (des)gobiernan hoy.

Antes de ellos había una Venezuela muy diferente. Había un país con problemas, con retos, con dolores de cabeza, pero que sabía, tras duras lecciones, que había mucho por hacer y muchas personas estaban dispuestas a lograrlo. Bastara con que llegaran algunos, levantando falsas banderas de cambio, para cambiarlo todo, pero a su manera, a su estilo, a su ritmo: convertir lo bueno en malo y viceversa, hacernos un país invivible entre rencores y falsos sentimientos de desunión que nunca fueron parte de nuestra idiosincrasia y que sólo eran el reflejo de un grupito que, frustrado en muchas de sus metas, decidieron contagiar, con populismo a la brava, a esa Venezuela de odio y resentimiento, creando dos grandes polos, dos países, dos verdades.

Pero cuando yo hablo de la Venezuela de nosotros, hablo de ese país que era de todos y que tenemos que hacer retornar, no del país en que un grupito dicta cómo deben funcionar las cosas, qué debemos hacer, qué debemos comer y qué nos hace felices. Lamentablemente, ellos decidieron adueñarse de lo que nunca les correspondió, creyendo que ahora es suyo. Ellos mismos, en su afán de poder, han decidido decirnos cómo actuar y como dirigir al país que les dio un voto de confianza para dar un cambio, que sólo se convirtió en más de lo mismo, pero con peores elementos y un gran objetivo: control absoluto.

Las últimas semanas han permitido confirmar cosas que para muchos eran cuento, para muchos eran exageraciones y para muchos eran fábulas: la intención de que las cosas “funcionen” y estén exactamente como están hoy, la intención de controlarnos, la intención de hacer el país un infierno porque ellos se creen los diablos que allí mandan. En fin, la intención de que la nada, de donde ellos vienen, se invierta hacia los que tuvieron algo con sacrificio, para arrebatarles su esfuerzo.

Pero la más clara, exitosa y sistemática política de Estado ha sido también la más cruel: la del desprecio. Ha sido despreciar todo lo que en su momento ellos no pudieron ser, tener, decir. Desprecian el conocimiento, desprecian la riqueza honesta, desprecian la calidad de vida, desprecian las aspiraciones a una mejor existencia, pero eso sí, hacia los demás. Por el contrario, ellos aprecian la ignorancia, porque eso les dio riqueza sin importar su origen, les dio calidad de vida sin importar a quien hicieron daño y les mejoró su existencia en detrimento de todo un país. Al final, quienes nunca han tenido nada, tal vez no se preocupen demasiado por esto, pero también esto los hace más manipulables, porque dejaron todo en manos de la nada y de las falsas esperanzas.

Hoy estamos en este punto: los despreciados por esta política de Estado nos sentimos como extranjeros en nuestro propio país. Irónicamente, nos sentimos como nunca ningún extranjero se sintió en esta Venezuela que les abrió las puertas para que surgiera. A nosotros nos discriminan por exigir estar mejor y por querer la verdad; nos cierran puertas, nos persiguen, nos llaman apátridas, conspiradores y terroristas. Han hecho de la Venezuela de nosotros, la Venezuela de unos pocos y quienes no lo acepten son todo lo peor que haya podido existir. Nos venden como criminales cuando la criminalidad ha sido su bandera; en fin, nos han llamado traidores cuando quienes han traicionado toda nuestra memoria histórica y nuestra garra de lucha contra la tiranía, han sido ellos con su impostergable propósito de saquear lo que alguna vez fue una república.

Hoy somos extranjeros en nuestro país. Estamos exiliados de la Venezuela de nosotros, como si fuera un campamento de refugiados, con el anhelo de recuperar lo que algún día nos perteneció. Hoy, cada venezolano que ha tenido que emigrar por obligación, por mejorar sus oportunidades o sencillamente por huir del desastre, al costo que sea, es un exiliado de esa Venezuela de nosotros, que nos merecemos y que en algún momento tuvimos. Todos llevamos esa nación en alguna parte, dentro del país o fuera de él. Al final de cuentas, dentro y fuera de Venezuela, somos lo mismo: emigrantes, refugiados, extranjeros. Ellos lo lograron.

¿Quién diría que quienes se fueron y se quedaron (por ahora) tendrían algo en común más allá de ser venezolanos? ¿Quién diría que eso en común sería sentirse víctimas de un sistema que hizo todo para cambiarle el rostro a un país que ofrecía lo mejor de sí y hoy sólo muestra su cara más feroz y hostil para que, con miedo, sintamos que no tenemos más remedio que abandonarlo? No nos quieren aquí, les somos torpes a sus propósitos de tomar y saquear lo que, como país, nos pertenecía a todos. Su afán, su tarea ha sido esa: que nos larguemos.  Al final, quienes se han quedado han tenido que claudicar, soportar, luchar, en medio de adversidades, conservando gente muy talentosa y dedicada pero que cada vez pierde opciones para su futuro. Su objetivo seguirá siendo firme: que queden los que ellos necesitan para montar su show, los que por hambre y por miedo lo den todo, los que sin más remedio deban bajar la cabeza.

El reto es duro, es complicado, es incierto. No dudo que todos seguiremos luchando por la Venezuela de nosotros. No dudo que tanto los que se quedan como quienes se fueron dejen de hacerlo. Al final todos entendemos que el país no pertenece, que cada cosa que hagamos, que logremos y que nos recuerde a Venezuela, es una forma de hacerle saber al mundo que pertenecemos a ese país que hoy está secuestrado. Dentro y fuera, quienes estén conscientes de eso, buscarán la manera de liberar a ese rehén que hoy está en las peores manos en que pudo haber caído. Dejar el país puede ser, como leía por ahí, un divorcio estando enamorado, pero quedarse es como aceptar los golpes por amor. Ese es el debate, esa es la realidad. Se vayan o se queden sólo hay una cosa cierta: todos, absolutamente todos, sabemos que hay un país que nos pertenece y que esperamos recuperar, que hay una Venezuela de nosotros.

Twitter: @Urruchurtu