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Hablar de diálogo hoy en Venezuela puede representar fácilmente el ejercicio más polarizante para cualquier político, mucho más un escritor o un “guerrero del teclado” que intente analizar desde la externalidad un fenómeno que puede marcar la vida de todos los venezolanos. Digo lo anterior partiendo de una realidad que, aunque obvia, siempre es bueno resaltar: lo que pase en esa mesa de negociación marcará el futuro de generaciones de venezolanos, para bien o para mal.

Ante ese hecho, que algunos quisieran ocultar, no puede condenarse que cada venezolano quiera expresar su opinión, sus ideas e incluso sus miedos. En especial porque la modalidad escogida, la búsqueda de pactos de convivencia, irónicamente requiere de la mayor legitimidad posible ante todos los elementos de la sociedad, so pena de convertirse en un generador de acuerdos vacíos y pactos viciados que terminen por acabar con la poca legitimidad que tienen los actores involucrados en ellos.

Justamente ahí está el mayor problema que la Mesa de la Unidad enfrenta, pues partiendo de las deficiencias representativas derivadas de su estructura partidista carece de los canales de comunicación y articulación necesarios para alcanzar la legitimidad que le permita negociar tu futuro, el mío y el de todos los venezolanos. Esta realidad no tiene culpables específicos, pues es la consecuencia natural de una alianza de partidos que fue creada única y exclusivamente con el fin de ganar elecciones, no de sustentar acuerdos nacionales ni mucho menos de convertirse en el único representante político de la Venezuela democrática.

Lo que sí tiene responsables directos es la incapacidad –por no decir rechazo- de entender y asumir esas limitaciones que hoy toda la sociedad le señala a la Mesa de la Unidad. Cuando quienes lideran circunstancialmente las estructuras de la Mesa ignoran, excluyen e incluso atropellan a los exigimos una mayor democracia y representatividad no solo están atentando contra su propia posición, sino contra el futuro de nuestro país, pues para bien o para mal este se encuentra en sus manos.

Por eso la posición que hemos asumido en Vente trasciende la misma disposición del diálogo, planteando una necesidad real de cara a una verdadera Transición: la construcción de una Unidad Democrática que represente el sentir, los sueños y las aspiraciones de esa gran mayoría que hoy desea construir la Venezuela Libre. No podemos pretender dirigir al país que está naciendo si no intentamos siquiera parecernos a él, pues al hacerlo incurriremos en una incongruencia que seguirá condenando nuestros esfuerzos y las vidas, el sufrimiento y el dolor de miles de venezolanos.

Esa es la responsabilidad que le exigimos a quienes hoy dicen estar en una mesa en representación de todos nosotros: asuman su falta de legitimidad y actúen en consecuencia. Construyamos juntos una nueva y mejor Unidad, capaz de encarnar ese sentir de democracia y libertad que recorre la nación para convertirse en la guía para aquellos que cada día soñamos con transcender la Venezuela que es para alcanzar la Venezuela que puede y debe ser.

@daniel_jose